Jardinería

Una lechuga de apartamento

Los huertos toman poco a poco las terrazas y balcones. La luz y el agua son las dos claves para poder cultivar frutas y verduras en casa.

En su terraza, Ángela tiene plantadas hortalizas de temporada.
Una lechuga de apartamento

El sabor de una fruta recién cogida también se puede experimentar en un piso en mitad de la ciudad. Un huerto solo necesita un poco de espacio, luz y agua, algo que se puede encontrar en casi cualquier terraza o balcón.


Lechugas, borrajas, cebollas o cardos son los productos típicos de esta época del año, en la que la falta de luz hace que las plantas tarde un poco más en crecer. Sin embargo, en un mes una lechuga casera puede estar ya en el plato.


Para los hortelanos novatos, “lo mejor es empezar con plantas de crecimiento rápido, para que se vea pronto el fruto del esfuerzo”, explica Bernardo Nieto, responsable de jardinería de la empresa de inserción social Consolida Oliver.


Ángela Rodríguez es una de estas hortelanas urbanas. Maestra de profesión, siempre le llamó la atención el plantar sus propios alimentos, aunque no tenía antecedentes familiares en el mundo de la agricultura. Ya jubilada, le costaba acudir hasta su huerto en Tarazona y decidió sustituirlo por uno casero.


“Vi por internet los huertos en terrazas y me animé. Tengo una terraza grande, de 32 metros, y tengo sitio para todo”, explica. La pasada primavera hizo un curso y se decidió a colocar dos mesas de cultivo con tomates, judías verdes, rábanos… “Creció poquico, pero hace ilusión comerte algo hecho en casa”, asegura.


Tanto le gustó la experiencia que este invierno repite con lechugas, borrajas, acelgas y bisaltos y ya se plantea ampliar el huerto con otras dos mesas. Además tiene una compostera y aprovecha los residuos de la comida para alimentar a sus plantas. “No lleva mucho trabajo y entretiene”.


En verano acude todos los días para ver cómo van las plantas, aunque asegura que no es necesario si se instala un riego por goteo. “Me he ido de vacaciones 15 días y ahí se ha quedado”. La inversión necesaria tampoco es muy elevada. “Compré mesas de cultivo para no tener que agacharme. Cuestan 75 euros cada una, aunque se pueden encontrar jardineras más baratas. Entre los recipientes y la tierra me gasté unos 200 euros”, indica Ángela.


Aunque no todas las historias tienen final feliz. Fue el caso de Nuria Cid, que también acudió a un curso para aprender los rudimentos de los huertos urbanos. Plantó tomates, acelgas, pimientos y berenjenas ecológicos, pero cuando crecieron un poco, atacaron las plagas y mataron todas sus plantas.


Agua, luz y nutrientes


Para conseguir llegar a la cosecha hay que seguir un proceso. El primer paso para convertir un balcón en un huerto es elegir la ubicación. La luz que vayan a recibir las plantas es el criterio esencial para elegirla, según Nieto.


No hay una medida exacta para saber si la luz que recibe una terraza es suficiente, aunque Nieto da una pista. “Un huerto puede ofrecer un resultado muy aceptable en balcones que dispongan de seis horas de luz directa durante el mes de junio”, explica.


El recipiente y el tipo de tierra son las dos elecciones siguientes. “Al contrario de lo que se suele pensar, lo más importante del contenedor no es la profundidad, sino el volumen total”, asegura Nieto. Un buen drenaje y aislamiento térmico son otras dos características de un recipiente adecuado. Por otra parte, la tierra debe ser porosa, retener el agua necesaria para la planta y retener nutrientes.


Con todas estas decisiones tomadas, ya se puede plantar. Para decidir qué se cultiva, hay que tener en cuenta que no todas las especies se llevan bien. Por ejemplo, el ajo es incompatible con las coles y las habas, indica Nieto. Quitar hierbajos y controlar que las frutas y hortalizas tengan suficiente agua y no enfermen o sufran plagas son las tareas del horticultor urbano antes de la más deseada: poder cosechar unos alimentos que han crecido en casa.