Descubren por qué la obesidad aumenta el riesgo de padecer cáncer hepático

El grupo de Guadalupe Sabio en el CNIO lleva más de una década investigando la relación del metabolismo con las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y el cáncer.

Guadalupe Sabio (en el centro de la fila inferior) en el CNIO, con su equipo del nuevo Grupo de Interacciones Metabólicas.
Guadalupe Sabio (en el centro de la fila inferior) en el CNIO, con su equipo del nuevo Grupo de Interacciones Metabólicas.
Laura M. Lombardía/CNIO

Cada vez son más las evidencias de que la obesidad aumenta el riesgo de desarrollar cáncer aunque no se sabe con exactitud cómo es este proceso, pero ahora investigadores del Grupo de Interacciones Metabólicas del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) han concluido que esto ocurre porque la obesidad "altera el tejido adiposo, en el que se acumula la grasa, y este envía a otros tejidos señales que pueden afectar a otros tumores", explica la investigadora principal Guadalupe Sabio.

Así, Sabio y su grupo han descubierto que la acumulación de grasa provoca que los orgánulos donde esta grasa se quema para producir energía, las mitocondrias, trabajen de forma acelerada. Bloquear este fenómeno de estrés celular es una vía para combatir el cáncer hepático, según han hallado. Ahora investigarán si ocurre lo mismo en cáncer de mama.

El nuevo grupo estudiará también si, actuando sobre el metabolismo de las células tumorales y de las que las rodean, es posible frenar el crecimiento del cáncer. Parten del conocimiento previo de que cuando el combustible de las células -glucosa o ácidos grasos en proporciones variables- cambia, la capacidad de proliferar de las células cancerosas también varía.

La investigadora centrará ahora sus investigaciones en averiguar "cómo pueden afectar a la aparición de tumores y metástasis las alteraciones en los procesos metabólicos, tanto del cuerpo como del interior de las células", dice Sabio, que recibió en 2012 el premio Princesa de Gerona de Investigación Científica.

Otro hallazgo del grupo es que, si se altera el ritmo normal de la actividad del hígado, sincronizado de manera natural con el ciclo día-noche (circadiano), los animales modelo desarrollan un tipo de cáncer. Sabio se pregunta si las moléculas implicadas en ese proceso podrían contribuir a detectar la predisposición al cáncer de personas con hígado graso -una patología relacionada con la obesidad asociada a lesiones en el hígado y cáncer-.

Su grupo ha observado cómo, cuando la grasa se acumula en el hígado, se activan una serie de señales que terminan induciendo cáncer hepático. Estas señales se pueden traducir en la secreción de proteínas a sangre que podrían ser biomarcadores de diagnóstico temprano. Para poder identificar dichos marcadores, Sabio coordina un proyecto IMPaCT del Instituto de Salud Carlos III, en el que investigadores de nueve centros de toda España buscan marcadores de hígado graso y fibrosis hepática que ayuden a diagnosticar precozmente estas patologías.

Otro de los proyectos del grupo está investigando las proteínas implicadas en el cambio del metabolismo en el corazón de los bebés. "Es una parte muy bonita del desarrollo del corazón, su metabolismo cambia completamente con el nacimiento. En la etapa prenatal utiliza azúcares, y, a partir del nacimiento, se basa en ácidos grasos", explica Sabio.

Tras identificar proteínas implicadas en ese cambio, los investigadores quieren comprobar la hipótesis de que esas proteínas también controlan la modificación del metabolismo que necesitan activar las células cancerosas.

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