"No tenía síntomas, llevaba una vida sana y era feliz, pero el cáncer detuvo mi vida"

Según la Sociedad Española de Oncología Médica, el cáncer colorrectal ha aumentado un 4,7% en los últimos cinco años en España. A la zaragozana Genma Asín se lo diagnosticaron en 2018.

Genma Laín, a la derecha, en compañía de sus hermanos
Genma Laín, a la derecha, en compañía de sus hermanos
G. A.

"Apenas faltaban pocos días para cumplir mis cuarenta y siete años cuando recibí el diagnóstico de carcinoma escamoso G3 de canal anal. Yo, que durante toda la vida he cuidado mi físico, la alimentación, practicado deporte, llevado una vida sana… Nadie piensa que pueda sucederle algo parecido, y si en algún momento se te pasa por la cabeza, te dura segundos, porque no concibes, mejor dicho, no quieres concebir semejante desgracia”.

Con estas palabras comienza Genma Asín Roche el relato de su “reinventada” vida, tal y como ella misma define, después de que en 2018 escuchara en la consulta de un médico que tenía cáncer. “Mi vida se detuvo por completo”. Nacida en Zaragoza en 1971, Genma trasladó su residencia a a Burriana (Castellón) en el año 2000. Psicóloga clínica y profesora de yoga y de meditación, en 2016 decidió poner en marcha su propio negocio, al que asegura “estaba entregada en cuerpo y alma”. “Era plenamente feliz, pero el hallazgo del carcinoma que me localizaron, de manera inesperada porque no tenía ningún síntoma, cambió el rumbo de mi vida”, recuerda Asín.

En este caso, la herencia biológica tuvo mucho que ver. La abuela de Genma padeció cáncer, y “caprichos de la vida”, apunta la zaragozana, la localización de su tumor era exacta a la de Genma. Su padre también fue diagnosticado con el misma enfermedad a los 75 años.

"Parece ser que la mutación genética no se quería saltar ninguna generación y había llegado mi turno”, recuerda la psicóloga clínica. Fue entonces cuando el cirujano de su padre, debido a los antecedentes familiares, les aconsejó tanto a Genma como a sus hermanos - “que ya pasábamos todos los cuarenta años”, apunta-, se hicieran una colonoscopia como medida de prevención.

“La recomendación médica no me hacía mucha gracia, pero tampoco lo pensé dos veces y le comenté la sugerencia del cirujano a mi médico de familia. Había mucho retraso en este tipo de pruebas y como en principio era una petición ordinaria y además yo no mostraba ningún síntoma, recuerdo que desde que la solicité hasta que me la hicieron pasaron nueve meses”, cuenta Genma Asín.

El resultado fue “duro”. El tumor mostraba una proliferación celular del 99%. Había que actuar con urgencia. “Me quedé petrificada. ¿Pero cómo que un tumor? ¿Yo? Eso no puede ser… ¿está seguro?, ¿no hace falta el resultado de la biopsia o de alguna otra prueba? Estas fueron las únicas frases que durante los primeros cinco minutos pude articular porque, a partir de ese momento, me quedé sin palabras. Lo recuerdo como si fuese hoy mismo”, reconoce la zaragozana, quien asegura que “la cosa no mejoró” los días posteriores.

“Me sentía perdida, impotente, encolerizada. Pero a la vez no sabía ni con quién ni contra quién estaba enfadada. En cualquier caso era una sensación totalmente improductiva e inútil, porque lo único que me provocaba era más sufrimiento todavía. Al poco tiempo pude verlo con claridad”, cuenta Asín.

Aceptar la situación

A pesar de lo complicado del diagnóstico, con el paso de los días Genma comenzó a aceptar lo que estaba ocurriendo. Cuenta que “el hecho ya se había producido” y que tras lograr que relajar su cuerpo y su mente, surgió la confianza de que “todo iba a salir bien”. “Esa aceptación de la enfermedad me permitió ponerme en marcha para procurar, haciendo todo lo que estuviera en mi mano, transformar una situación que ya no podía cambiar”, rememora la zaragozana.

Pero los altibajos solo acababan de comenzar. El protocolo a seguir dada la localización y las características del tumor era someterse a una cirugía. “Cuando el médico especialista me explicó todo el procedimiento me quedé en ‘shock’. Intentaba imaginarme lo que me estaba describiendo y mi ansiedad se multiplicó por dos”, relata Asín. En ese momento, la zaragozana solicitó información sobre otras alternativas posibles por lo que su diagnóstico fue derivado a otro hospital donde finalmente se sometió a un tratamiento de quimioterapia y radioterapia con intención radical.

“Fueron casi dos meses de tratamiento intensivo con 30 sesiones de radioterapia de lunes a viernes y dos ciclos de quimioterapia intravenosa: un primer ciclo la semana de inicio del tratamiento y un segundo después de 28 días. Para los períodos de quimioterapia debía permanecer ingresada en el hospital, porque la administración era por goteo durante cinco días de forma ininterrumpida, a través de una bomba de quimio”, relata.

Convencida de que podría “ser parte activa” en su proceso de recuperación, Genma asegura que desde el primer momento tuvo que claro que quería “vivir”. “Elegí hacer todo lo posible para mantener la ilusión y seguir viviendo. Y, afortunadamente, lo conseguí. El desenlace podría haber sido no tan bueno porque, hay que ser realistas, cuando recibes un diagnóstico de cáncer sabes que hay cosas que no puedes controlar como la localización del tumor, la gravedad, el grado, el estadio… Son muchos los factores que se escapan de tus manos. Pero hay que luchar”, dice, convencida, la zaragozana.

Enfrentarse al futuro con miedo

Una vez superada la enfermedad, la incertidumbre y el miedo piden paso en un proceso que ya acompaña durante toda la vida. Lograr controlarlos y ver la vida de manera optimista es el siguiente escalón.

“Sinceramente no sé si después de ser diagnosticado se puede vivir sin miedo al 100%. Todavía no conozco a nadie que haya podido liberarse de ese sentimiento de angustia o esa sensación de incertidumbre. Supongo que es inevitable sentirlo cada vez que llegan las revisiones con analíticas o alguna prueba de imagen”, apunta Asín. 

“Hacer frente a los miedos es importante, son un gran problema cuando te limitan y paralizan porque pasan a dominarte y te impiden disfrutar de la vida. Es un devorador del estado de ánimo y de las ilusiones. En mi caso está siendo un entrenamiento mental difícil porque he necesitado cambiar patrones de pensamiento, pero transformar el miedo es posible”, asegura la psicóloga clínica.

Una de las terapias que Genma Asín decidió llevar a cabo para superar esos miedos y sobrellevar la enfermedad fue escribir su experiencia en un diario personal. “Cuando después de un año repasé todo lo que tenía escrito me quedé sorprendida. Me di cuenta de que lo que estaba leyendo podía ayudar a muchas personas que estuviesen pasando por una situación similar a la mía”, dice Asín.

Precisamente este fue el punto de partida de la reciente publicación de su libro ‘Elijo vivir’, el cual refleja una visión positiva de la lucha contra el cáncer. “Me gustaría que sirviera de guía y ayudara a gestionar mejor todos los cambios que inevitablemente aparecen durante la enfermedad”, apunta la psicóloga.

Una visión optimista ante una realidad que rompe los esquemas vitales “de cualquiera que tenga que enfrentarse a un cáncer”, asegura Genma Asín, quien lanza un mensaje de esperanza a quien esté pasando por este "duro camino": “Nuestro instinto de supervivencia nos hace sacar fuerzas insospechadas. Hay que intentar vivir con ilusión y sacar un aprendizaje de una experiencia que nos cambia, pero nos convierte en una versión mejorada de nosotros mismos”.

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