Si tienes un perro en casa tienes un terapeuta

En los últimos años, han proliferado los programas que incluyen a estas mascotas como coterapeutas por los múltiples beneficios que provocan en nuestra salud física y emocional.

En el caso de los perros y los niños, las emociones se manifiestan en estado puro, sin el filtro que más tarde adquirimos por la presión social.
En el caso de los perros y los niños, las emociones se manifiestan en estado puro, sin el filtro que más tarde adquirimos por la presión social.
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“Tener un perro en la familia es como tener, sin saberlo, un terapeuta”, afirma Silvana Calamita, psicóloga clínica, experta en terapias asistidas con animales y especialista en diagnóstico y educación emocional. Y es que, en los últimos años, han proliferado considerablemente los programas que incluyen a estas mascotas como coterapeutas, por los múltiples efectos beneficiosos que provocan en el ser humano, tanto en su salud física como emocional. “En la actualidad -continúa Silvana- los campos en los que trabajan nuestros amigos los perros son de lo más variado -hospitales, residencias de ancianos, centros penitenciarios, colegios...- y están en constante innovación. Diversas investigaciones han demostrado que la influencia que ejercen los animales de compañía en nuestra salud “reduce la presión arterial, disminuye la ansiedad, el estrés, mejora el estado de ánimo y facilita la interacción con otras personas y la comunicación, favoreciendo nuestra inteligencia social”, añade la psicóloga, que nos indica, a través de unas sencillas pautas, cómo reforzar esa relación afectiva y tan beneficiosa para la familia.

En casa. En el hogar, a través de juegos sencillos con nuestra mascota, podemos enseñarles a nuestros hijos a pasar del plano mental al plano físico y emocional. Empezar a tener conciencia de sus propias emociones y de las de los demás es el primer requisito para desarrollar la inteligencia emocional de los más pequeños de nuestra manada. Y en la escuela. En el ámbito escolar, a través de los programas de educación asistidos por perros, que numerosos profesionales vienen desarrollando, se promueve el desarrollo de la atención y la concentración, se fomenta el respeto y la compasión, se trabaja la autonomía y el aumento de la autoestima en los niños, con resultados significativos que perduran en el tiempo. Emociones en estado puro. Comenzar el entrenamiento es más sencillo de lo que parece, si tenemos en cuenta las emociones que entran en juego en las interacciones cotidianas. Sobre todo porque, en el caso de los perros y los niños, estas se manifiestan en estado puro, sin el filtro que más tarde adquirimos, debido a la presión social. Momentos para aprender. Unas caricias por su pelaje relajante, un divertido juego con juguetes para mascotas, la bienvenida alegre y efusiva que nos brindan al entrar en casa, un paseo por el parque… cualquier momento es digno de ser aprovechado en el aprendizaje emocional que nos ofrece el vínculo entre mascotas y seres humanos. Una buena autoestima. Aprender a tomar conciencia de las emociones nos ayuda a conocernos a nosotros mismos: qué nos gusta y nos agrada; qué nos disgusta y por tanto evitamos o rechazamos. Esto ayuda al posterior desarrollo de una buena autoestima, debido a que, si la autoestima consiste en querernos a nosotros mismos, no podremos querer aquello que no conocemos. Perros y gatos contra pantallas. En estudios recientes sobre el vínculo que se establece entre personas y animales de compañía, se ha constatado que ocho de cada diez niños, de entre 9 y 12 años, dicen que prefieren su gato o su perro a los videojuegos; algo que, en un principio, nos costaría creer de no ser por los considerables beneficios que cada vez más se van descubriendo sobre estos fieles compañeros peludos.

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