Salud

Una nueva ilusión

Microrrelato de Enrique Aguilar, finalista en la categoría de 'Cooperación'.

Abrió la ventana de su dormitorio al filo de las 8.00, como hacía todas las mañanas desde que dejó su Zaragoza natal. Inspiró profundamente y los aromas de la primavera la inundaron por completo.


-Tiene que estar precioso-, se dijo para sí.


Papá, como a ella le gustaba llamarle, la dejó en enero por un maldito cáncer, y con él se fueron sueños incumplidos y un único amor. El paso titubeante la llevó hasta la cocina y tras un frugal desayuno decidió llamar a Sara. Había estado dándole vueltas al asunto desde que se lo propuso y pese a que aún no entendía cómo iba a ser útil en ese proyecto, se armó de valor y pronunció las palabras: "Siri, llama a Sara". 


Enemiga acérrima de la tecnología, era consciente de que los avances hacían la vida más fácil a personas en su situación. Luisa era más de oler, de tocar, de sentir. Al otro lado del teléfono, Sara no pudo contener la emoción al conocer su decisión. Nada más colgar, entró en la web de la aerolínea y añadió un billete. Tres semanas después se encontraba en un avión rumbo a Etiopía junto a una maestra, dos enfermeras, un médico y un ingeniero agrónomo. Sentía un nudo en el estómago, pero estaba invadida por una tremenda emoción. Se iba a encargar del cuidado de niños en Kore, una de las aldeas más pobres de la zona. Una mañana oyó llorar a Sara.


-¿Estás bien?-, preguntó.

-Estoy muy bien, Luisa, si pudieras ver la sonrisa del niño que tienes en tus brazos...

-Puedo verla Sara, soy ciega pero la veo nítidamente, y es lo más bonito que he visto en mi vida.