Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Raúl Arenal de la Concha: "Si dejamos de creer en la ciencia, dejamos de creer en el futuro"

Raúl Arenal de la Concha (Santander, 1974) es investigador del Instituto de Nanociencia de Aragón. Desde abril pasado, miembro de la selecta Academia de Jóvenes de Europa.

Raúl Arenal, delante del microscopio Titán.
Raúl Arenal de la Concha: "Si dejamos de creer en la ciencia, dejamos de creer en el futuro"
Guillermo Mestre

No le abrazo porque cuesta abrazar a alguien tan alto como usted, pero la celebración quizás lo requiera. Raúl Arenal, científico cántabro afincado en Zaragoza, acaba de ingresar en la Academia de Jóvenes de Europa (Young Academy of Europe, YAE), el semillero más selecto del futuro científico en Europa.

Estoy muy contento por el ingreso. Somos 177 miembros en toda Europa. De ellos, apenas 10 españoles. Estamos distribuidos en todos los campos: desde Economía, Humanidades o Medicina, a la Biología y, en mi caso, a la ciencia de los Materiales.

¿Para qué se creó la Academia?

Las misiones de la Academia son crear redes, impulsar el intercambio científico y la ciencia, promoviendo la interdisciplinaridad y las interacciones entre los distintos países e instituciones. Mi actividad científica se basa en el estudio de la estructura y la configuración atómicas, así como de las diferentes propiedades de nanoestructuras basadas en carbono (grafeno, nanotubos o nanodiamantes) y otros nanomateriales.

No hay espiga sin sementera: la YAE es la cantera de los futuros premios Nobel…

Nosotros somos una academia junior. La Academia de Europa (Academy of Europe) sí está repleta de premios Nobel.

¿Su consideración también significa una consideración para la actividad científica en Zaragoza?

Cualquiera de las actividades que desarrollamos en el ámbito internacional siempre son positivas para nuestro entorno más próximo.

Resulta curioso ver en Zaragoza a científicos de primer orden mundial, como Carlos Martín o Jesús Santamaría. Pasean por la calle, compran el pan, la leche y las verduras en el súper, y el periódico en el quiosco. Y todo en el más completo anonimato...

No sé si este es el momento adecuado para analizar los valores de la sociedad actual. En el campo científico, sus trabajos están ahí. Son personas que sus logros pueden cambiar nuestra vida. Martín, en el campo de la Microbiología. Conozco mucho más a Santamaría. Las becas europeas que ha recibido son por algo...

Introducir una nanopartícula en una célula cancerosa. Miles de años después de Homero, hacer realidad el mito del caballo de Troya para derrotar al cáncer… Es una historia fascinante...

Sin duda. Lo tiene muy claro, va a por ello y todo esto se realiza en Zaragoza. Desde luego, para llegar a sus ideas hay que reunir un conocimiento enorme de la materia. Hay que creer. Si dejemos de creer en la ciencia, dejamos de creer en el futuro.

Usted también está en Zaragoza. ¿Por qué?

Vine al INA (Instituto de Nanociencia de Aragón) en el año 2010 como científico del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique), que es equivalente al CSIC español (Centro Superior de Investigaciones Científicas).

Caminó un rato largo antes de pisar París.

Primero me formé en la Universidad de Cantabria. Después pasé por la Universidad de Grenoble y el Comisionado de la Energía Atómica. El siguiente paso fue en el CNRS en París y en la ONERA (Oficina Nacional de Estudios e Investigaciones Aeroespaciales) de París, la NASA francesa. Después me marché a Chicago, al Argonne National Laboratory.

No para usted…

Y antes de llegar a Zaragoza, regresé a la ONERA-CNRS en París. En un principio, vine para un año a Zaragoza invitado por Ricardo Ibarra, director del INA. Después conseguí una plaza en ARAID (Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo). Pedí una excedencia al CNRS y me quedé en el centro porque reúne todas las expectativas, incluido el equipamiento. Los microscopios Titán, de 2010, siguen siendo punteros. De los mejores del mundo.

Un día me confesó irónicamente Ricardo Ibarra que su esposa dice que él solo vivía para Titán...

Nuestras esposas y familias entienden que una parte importante de nuestra vida es la ciencia. Yo conocí a mi mujer, Anna, en París. Tengo tres hijos: Marcos, el primero, nació en Chicago; Cecilia, en París; y Lara, en Zaragoza.

¿Cuándo parará usted de dar vueltas por el mundo?

Ahora llevo un tiempo en Zaragoza. Y me encuentro muy bien aquí.

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