Por
  • Julio José Ordovás

El barón rampante

Javier Lambán, este martes en el palacio de La Aljafería. ESPAÑA PSOE LAMBÁN
Javier Lambán
Javier Cebollada

Como las monjas clarisas de Burgos, Javier Lambán se ha rebelado contra la autoridad papal de Sánchez, y el aparato del partido le ha enseñado los dientes, acusándolo de herejía y amenazándolo con una multa por infracción de voto, con la excomunión socialista y con expedientarlo como a un alumno díscolo.

A Lambán no solo se le ha puesto cara de Quijote sino que actúa como tal. Para lo que me queda en el convento, me cago dentro, ha debido de decirse el de Ejea, pensando en el destino de otros socialistas desafectos al papado sanchista que han seguido el camino del destierro deslizándose al lado oscuro, es decir, a la fachosfera, donde ejercen de profesionales del antisanchismo como tertulianos trabucaires. Está claro que nuestros partidos llevan bastante mal eso de la democracia interna. Apeló Lambán a sus principios para no votar a favor de la ley de la amnistía, y esto sí que es insólito, herético y hasta sacrílego.

Un político con principios, pero cuándo se ha visto algo así. Lo habitual es que un político tenga ideas, no principios, y que esas ideas las modifique parcial o sustantivamente en función de la dirección en la que soplen los pactos electorales. Pensábamos que en esto de los principios nuestros políticos eran como Groucho Marx, que no tenía ningún inconveniente en cambiarlos si alguien se lo pedía, pero Lambán se ha aferrado a sus principios como el ingenioso hidalgo se aferraba a los preceptos de la orden de caballería.

Lambán es el barón quijotesco del PSOE, pero si vuelve a desobedecer al Papa Santo de Moncloa acabará como el barón rampante de Calvino, y pasará su última etapa política subido a los árboles para que no lo despedacen sus propios compañeros de viaje.

Julio José Ordovás es escritor

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