Por
  • M.ª Pilar Benítez Marco

Santuario de Salas

Actuación folclórica este domingo delante de la ermita de Salas.
Romería en el Santuario de Salas.
Ayto. Huesca

Como ocurre con algunas personas, hay también espacios sencillos y humildes que atesoran en cada poro de piel y piedra, en cada momento de silencio y palabra, sabiduría y belleza. Uno de ellos es el Santuario de Santa María de Salas en Huesca, fundado a principios del siglo XIII gracias a la ayuda de la reina Sancha, esposa de Alfonso II de Aragón, que pronto se convirtió en un importante centro mariano de peregrinación.

En mayo renace entre romerías y celebraciones, si bien caminar en cualquier época del año hasta allí y en sus alrededores, junto al río Isuela, entre campos y huertas, y Guara y Montearagón en el horizonte, es conversar con la naturaleza y con el pasado que fuimos. Sus paredes, con arquivoltas tejidas a mano, marcas de cantero y huellas de proyectiles de la Guerra Civil en el exterior, y con algunas pinturas murales en el interior, o las imágenes de la Virgen de Salas y de la Virgen de la Huerta en el retablo mayor nos pasean por diferentes estilos arquitectónicos y artísticos. Pero, sobre todo, hay que recordar que precisamente la Virgen de Salas fue, como bien estudió Agustín Faro, la protagonista en 21 composiciones de las ‘Cantigas de Santa María’, redactadas en el scriptorium de Alfonso X en galaico-portugués, destinadas a ser cantadas y la mayoría delicadamente ilustradas.

Por eso, ahora que es mayo y Salas revive entre malvas y amapolas, es el momento de reivindicar y solicitar una vez más a las instituciones públicas y privadas los recursos necesarios para su conservación, para que sus muros sigan hablando en silencio del tiempo que fue y nos hizo.  

M.ª Pilar Benítez Marco es profesora y escritora

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