Por
  • José Alegre Aragüés

¡Bodas de curas!

Cuatro sacerdotes se inclinan ante el altar mayor del Pilar. En las misas en latín, los curas daban la espalda a la congregación, administraban la comunión en la boca y hombres y mujeres estaban separados en las iglesias.
Cuatro sacerdotes se inclinan ante el altar mayor del Pilar.
Archivo Heraldo

Cada año hay una celebración en el Pilar que reúne a buen número de curas para felicitar a quienes han llegado a esas cifras simbólicas que jalonan el recorrido vital o profesional, en este caso vocacional. Los curas que cumplen sus bodas de plata, de oro, de diamante y, este año, hasta de brillantes.

Son cuatro generaciones, cuatro etapas de historia, cuatro formas de vivir y entender la vida. Porque hay una gran diversidad de formas a la hora de ser y vivir como curas. Los hay de parroquia, de enseñanza, de pueblos y de ciudad, de tareas burocráticas y organizativas, otros en capellanías o de movimientos especializados.

Este año hay uno solo que celebre sus bodas de brillantes, 75 años de cura. Es Juan Antonio Gracia Gimeno, periodista colaborador de HERALDO, el ‘Crisóstomo’ de Zaragoza por su insigne oratoria y escritura, que hace honor a una cualidad muy cultivada en su generación, la retórica, en sentido positivo, para hacer llevar la Buena Noticia con belleza, claridad y convicción. Desde sus comienzos en Ranillas, testigo de una Zaragoza tan cambiada como el barrio en el que inició su tarea pastoral.

Hay otro grupo de bodas de diamante, supervivientes de todas las hambres de la posguerra, formados antes del Concilio, con la desorientación inicial de quien se sabe preparado para un mundo que ya no existe y la sacudida intelectual de un Mayo del 68 que reclamaba cambios sociales que integraran a obreros y jóvenes, a los que dedicaron grandes energías y choques con la jerarquía.

Los que hacen las bodas de oro se formaron en la década de los setenta, con algunos cambios iniciados, pero no desarrollados, en una Iglesia posconciliar, llena de dudas y miedos que no le dejaban caminar. Esta generación ha encontrado muchas dificultades ante unos mayores que se organizaron para resistir a los cambios.

Otro grupo, de bodas de plata, con unos años que dan madurez, muy juvenil, en un clero mayoritariamente anciano. No son rompedores por sus iniciativas, más propensos a la prudencia y la obediencia que a la autonomía, con la mirada siempre atenta a la jerarquía, convencidos que con ella es posible el cambio necesario. Son los que hoy ocupan los puestos de responsabilidad y nada cambia.

Varias generaciones de sacerdotes aragoneses celebran estos días sus bodas de plata, oro, diamante y brillantes, sumando diferentes trayectorias vitales y vocacionales

En todos ellos late un fondo religioso sincero, sensible a todo lo que tiene que ver con esta humanidad tan aparentemente rica que carece de motivaciones existenciales y, por tanto, con grandes problemas de salud mental, aburrimiento y tedio vital que conduce, poco a poco, al abismo.

Quizá como curas piensan más en el perdón y la paz de conciencia que nos reconcilia con el pasado que en la esperanza, hoy más urgente, que moviliza hacia el futuro, abre horizontes, adelanta experiencias de proyectos humanizadores y trata de hacer experiencias de comunidad como referentes de un futuro humano.

Queridos amigos. En vuestros años de ejercicio vocacional, ¡cuánto servicio y cuántas horas de escucha, de perdón, preocupaciones, animación! ¡Cuántos secretos ajenos asumidos que pesan más que los años! ¡Cuánta soledad vivida, disfrutada y sufrida! ¡Cuánta conciencia de fragilidad no compartida porque es duro ser educado en una ejemplaridad moral imposible! ¡Pero cuánta alegría de sentir la cercanía de Dios en la inmensidad misteriosa del cosmos, en la relación personal con Él y en esta comunidad tan humana que es la Iglesia!

Gracias por ser curas, cuidadores que dan apoyo a quien lo necesita, sanadores de un mundo interior abarrotado de penas y culpas que pesan como losas en el ánimo profundo de quien no las suelta, compañeros de camino de solitarios y marginados. Gracias por todo lo que hacéis y significáis. ‘¡Salutem plurimam! ¡Ad multos annos!’

José Alegre Aragüés es teólogo

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