Librerías

Sección de literatura infantil en la librería Los Portadores de Sueños.
Librerías
Oliver Duch

Son templos, lugares sagrados a los que acudimos quienes creemos en los libros como alimento y salvación. Y hoy las librerías salen de su caparazón para alegrar a todos los ciudadanos. 

Incluso aquellos que casi nunca atraviesan sus puertas comprarán hoy más de un libro en el Paseo de la Independencia. El día de San Jorge es por eso de los más bonitos del año. Librerías y editoriales se exponen al sol sin miedo para mostrarnos su maravillosa mercancía.

La gran cantidad y variedad de títulos obliga a los libreros a un esfuerzo continuo. Ya no podemos imaginar un librero viejecito leyendo en la trastienda mientras sus clientes hojeaban alguna novedad. Ahora los libreros necesitan de la informática y las novedades duran poco o quedan relegadas muy rápidamente por otras novedades. Ya no es un oficio tranquilo y yo admiro que sigan al pie del cañón luchando por sobrevivir tras montañas de libros movedizos. Que una de esas librerías cierre supone una desgracia. Por eso me ha entristecido el cierre de la librería Balmes de Teruel. Por eso me entristecí tanto cuando a principios de 2019 cerró Los Portadores de Sueños. Era mi librería y la tenía muy cerca. En ella me sentía como en mi casa. Eva y Félix siempre me aconsejaban bien. Desde su cierre me siento huérfana. Me cuesta mucho llegar hasta las librerías de la zona universitaria en las que también me encuentro muy a gusto. Sería enormemente feliz si la librería Antígona se trasladase al Casco Histórico, o la Librería París, o Cálamo. En toda España no llegan a tres mil las librerías independientes. Deberían ser declaradas una especie protegida como el lince, o BIC (Bien de Interés Cultural), porque las necesitamos para ser mejores.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Cristina Grande en HERALDO)

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