Por
  • Ricardo Díez Pellejero

Palestina no es país

March 29, 2024, Rafah, Gaza Strip, Palestinian Territory [[[EP]]]
Rafah, Gaza Strip, Palestinian Territory 
Europa Press/Contacto/Ahmed Ibrahim

Había que decirlo y yo ya he callado demasiado. Si leen lo que aquí vierto con el mejor de los ánimos, sabrán que procuro evitar el texto reactivo disparado por la adrenalina de los titulares del día, pero como toda ley tiene su excepción, sirva esta columna como traición a la norma autoimpuesta.

Se viene hablando de la "solución al conflicto" o a la "guerra" ―eufemismos ambos que no llegan a cubrirnos las vergüenzas―mediante la fórmula de los dos Estados. No obstante, este es un deseo imposible: Palestina no es un Estado. No es un país porque no dispone de recursos hídricos, ahora en manos de Israel; no dispone de fuentes de energía, controladas o destruidas por Israel; no cuenta con tierras de cultivo para alimentar a su pueblo, pues Israel las ha ocupado o aplanado o ambas cosas; carece de escuelas en las que formar un futuro y sus posibles alumnos o estudian la muerte o ya la han aprendido; no dispone de hospitales, aunque le sobran las bombas judías que aporta Occidente. No, no hay ni puede haber un país al que llamar Palestina fuera del Hades, pues no cuenta con parlamento donde legislar sino alrededor de las ruinas, ni con papel sobre el que escribir sus nuevas leyes, pues lo necesitan para llevar las cuentas de la ignominia. Tampoco con oro con el que acuñar la fortuna que ya adeudan a un Caronte que, remiso, deja a los cadáveres abandonados a su suerte.

Particularmente, sólo veo un camino que pasa por el despliegue imperativo de fuerzas internacionales y por el amparo de Gaza y Cisjordania bajo la tutela de sus Estados vecinos. También requerirá de una fuerte inversión para que se desarrollen esos territorios renovados, y para que lleguen a alcanzar el estatus de provincias independientes. Pero no podrá ser sin que, llegado el momento, Israel haya asumido su papel exterminador y promueva el olvido, la reconciliación, aunque cueste tres generaciones que los descendientes de ambos pueblos restituyan una vida en paz.

Eso sí, guardemos la bandera de Palestina como recuerdo de un territorio inhabitable, imposible, al que jamás debemos volver ni por activa ni con la vergüenza pasiva que ahora nos sonroja.

Ricardo Díez Pellejero es ingeniero y poeta

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