Por
  • Carlos Ferrer Benimeli

Día internacional de...

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Krisis'24

Cuando yo era niño en España no teníamos ‘días internacionales’ porque todo lo nuestro era nacional, incluso muy nacional. Pero también teníamos nuestro ‘días de’. Tres eran de hacer regalos: el ‘del padre’ (San José), el ‘de la madre’ (la Inmaculada) y el ‘de los enamorados’ (San Valentín). 

Otros tres eran para pedir dinero: el ‘de la Cruz Roja’, el ‘del Domund’ y el ‘del Cáncer’. Había otro, el de San José Obrero, que se celebraba el 1 de mayo y ya de mayores nos enteramos de que en el resto del mundo se llamaba ‘día del Trabajo’.

Dos de las películas españolas más celebradas de la época fueron ‘Las chicas de la Cruz Roja’ (1958) y ‘El día de los enamorados’ (1959). Ambas tuvieron los mismos guionistas, la misma protagonista, Conchita Velasco, y el mismo compositor, Augusto Algueró, que casó con Carmen Sevilla en 1961. Nuestro cine era entonces cosa de unos pocos.

A partir de los años setenta del siglo pasado, en el mundo entero entró la fiebre de crear ‘días internacionales’

En el día del Domund (Domingo Mundial de las Misiones) la cuestación callejera la realizábamos los niños, con unas huchas en forma de cabecitas de los supuestos beneficiarios: un negrito en representación de África; un emplumado jefe indio, de América; un chinito con su sombrero cónico, de China; y un señor con turbante que no sé si representaba a la India o a los países árabes. Dado que ahora son muchos los sacerdotes hispanoamericanos que vienen a España ‘de misión’, por falta de vocaciones nacionales, en sus países de origen, y en justa correspondencia, podrían hacer el ‘día del Domund’ una cuestación con cabecitas de toreros con su montera o de ‘manolas’ con su peineta.

A partir de los años setenta, en el mundo entero entró la fiebre de crear ‘días internacionales’. A ello se dedicaron con fruición muchos colectivos sociales y organismos diversos. La idea era dar visibilidad a cuestiones importantes, despertar solidaridad, concienciar, etc. Pero ya hay tantos ‘días de’, que los 365 del año no son suficientes y en todos ellos se acumulan varias celebraciones. El exceso ha matado el propósito inicial por aquello de que ‘café para todos, café para nadie’.

Y, por otro lado, de los nobles objetivos iniciales ya hemos pasado a solemnes gilipolleces porque mucha gente pretende pasar a la historia por haber parido ‘su día’: del pingüino, del abrazo, del soltero, del pistacho, del beso, del número pi, del pene, de la felicidad, de los Simpson, de las tiendas de discos, de Star Wars, del orgullo friki, de la hamburguesa, del zurdo, del emoji, de la alegría, del orgasmo femenino, del chocolate, de la sonrisa, del lavado de manos, del gin-tónic, de la costurera, de no comprar nada, de la diversión en el trabajo, etc.

Ya son tantos que los 365 del año no resultan suficientes y en algunos se acumulan varias celebraciones. Y el exceso ha matado el propósito inicial

Un psicólogo necesitado de psicoanálisis creó ‘el día más triste del año’ en el 15 de enero, ¿qué le paso a este señor un 15-E? El 20 de febrero es el ‘día del gato’ porque el 20-F de 2009 falleció Calcetines, el gato de los Clinton. El 22 de junio es ‘el día mundial del jugador argentino’ (supongo que de fútbol) rememorando el gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial de México de 1986.

Como el ‘día contra la corrupción’ es el 9 de diciembre, yo propongo declararlo en España festivo (y de reflexión), ampliando así el puente de la Constitución (día 6) y de la Inmaculada (día 8).

Carlos Ferrer Benimeli es profesor jubilado de la Universidad de Zaragoza. Este artículo es un extracto de su libro ‘Topicazos, Gracietas y Cursiladas. Las gilipolleces nos invaden’ (Amazon)

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