Por
  • Carlos Ferrer Benimeli

El ADN como lustre cultureta

El ADN como lustre cultureta
El ADN como lustre cultureta
Heraldo

El ADN, el ácido desoxirribonucleico, es una molécula que poseemos todos los seres vivos (animales, hongos, plantas, protozoos, bacterias y arqueas) y algunos virus. El ADN contiene la información genética y gracias a él podemos confirmar si nuestro padre es realmente nuestro padre (y a la inversa). 

Es curioso que 150 años después de su aislamiento y 70 años después de establecer su famosa estructura en doble hélice, se haya puesto de moda la ‘originalidad’ y el lustre cultureta de atribuir un ADN a cualquier cosa. Pero, como se ha dicho, el ADN es exclusivo de los seres vivos y, por tanto, los minerales, las regiones o las empresas no tienen ADN. Veamos algunos ejemplos sacados de la prensa (y entre paréntesis sugeriré alguna alternativa al ADN).

Se ha puesto de moda referirse al ADN de cualquier cosa, desde un coche hasta una organización política

"La bajada de impuestos está en el ADN (esencia) del Partido Popular". "El fuego está en el ADN (alma) de Valencia". "El equipo mantiene un ADN (identidad) muy similar al de la temporada pasada". Un portavoz de Vox: "El PP mudó de ADN (perfil) con la llegada de Mariano Rajoy en 2004 y así ha seguido". El presidente de una empresa de la construcción: "Mi padre nos llevaba a ver las obras de críos; de alguna manera lo llevas en el ADN (la sangre)". El presidente de una caja rural: "Llevamos el medio rural en el ADN (como objetivo)". En una sección gourmet: "Una ginebra, un plato de cerámica, unos mejillones y un vino con ADN (origen) gallego". El directivo de una empresa: "Los procesos de economía circular son nuestro ADN… crecimos con este ADN (seña de identidad)". Pie de foto de nuevo coche: "El nuevo modelo renueva su estética, pero sin olvidar la esencia de su ADN (personalidad)". Un expresidente (PSOE) del Gobierno español: "Los impuestos están en el ADN (la naturaleza) de la democracia".

En fin, eso del ADN resulta muy desenfadado, pero también muy repelente. Muchos de los que lo utilizan creen que así dan a su discurso un matiz muy científico, pero muy pocos de ellos podrían escribir tres líneas sobre qué es realmente el ADN. Los partidos políticos, la democracia, las ciudades, las regiones, los equipos deportivos, las empresas, la gastronomía y los coches no tienen ADN. Todas esas cosas pueden tener su ‘esencia’, su ‘alma’, su ‘identidad’, su ‘carácter tradicional o regional’, su ‘perfil’, su ‘sangre’, su ‘objetivo’, su ‘seña de identidad’, su idiosincrasia’, su ‘personalidad’, su ‘naturaleza’, su ‘carácter intrínseco’, su ‘característica principal’, su ‘signo distintivo’, etc. Que por riqueza de nuestra lengua no será.

Muchos de quienes lo hacen piensan quizás que así dan a su discurso un matiz muy científico, pero muy pocos podrían escribir tres líneas sobre el verdadero ADN

Los humanos compartimos un 98,8% de nuestro ADN con los chimpancés, un 98,4% con los gorilas, un 96,9% con los orangutanes y, en otras proporciones, con los ratones, las sardinas, los sapos, los calamares, las moscas, los champiñones, el plátano y el bacilo de Koch. Los humanos también compartimos seis mil genes con la levadura de la cerveza y el pan, el hongo ‘Saccharomyces cerevisiae’. Pero genéticamente no tenemos nada que ver con los coches, ni con los bancos, ni con el PP, ni con el PSOE. Así que, por favor, no se metan en jardines, moderen su obsesión por parecer cultos y originales, den al César lo que es del César y dejen el ADN para los bioquímicos y los genetistas.

Carlos Ferrer Benimeli es profesor jubilado de la Universidad de Zaragoza. Este artículo es un extracto de su libro ‘Topicazos, Gracietas y Cursiladas. Las gilipolleces nos invaden’ (Amazon)

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