Barbate: drama y reflexión
El 9 de febrero dos agentes de la Guardia Civil morían en la localidad gaditana de Barbate víctimas de un brutal atropello por parte de unos traficantes de droga que conducían una de esas llamadas ‘narco-lanchas’.
Sin duda, hechos que, siempre ‘a priori’, cabe incardinar en el concepto de asesinato que tipifica nuestro Código Penal.
Conocí hace años en Huesca a un coronel del Ejército a quien su afición por los picos lo había convertido en un as del montañismo: no había ‘ocho mil’ en el mundo que se le hubiera resistido. El hombre, en plena vorágine de valoraciones en torno al rescate de uno de esos montañeros que se accidentan por el Himalaya, comentaba que entre quienes practican este deporte de riesgo la posibilidad de morir en el intento es un precio generalmente asumido.
Me consta que en la Guardia Civil, compuesta por hombres y mujeres valientes y generosos, se asumen planteamientos similares. Pero el hecho de jugarse la vida no puede impedir ver problemas que son, sencillamente, lamentables.
Para quienes han perdido a un ser querido –esposa, hijos, familia, amigos, compañeros– el dolor es una losa muy difícil de llevar y el vacío por la ausencia, una herida que se llevará siempre. No caben medias tintas ni falsos apósitos cuando se trata de muertes absurdas y evitables, así como poner en solfa lo que se hace mal.
Cuando se conoce con detalle el trabajo del instituto que fundó el Duque de Ahumada, sólo cabe sentir agradecimiento. Nadie debería dudar de su abnegación. Los guardias civiles son personas entregadas a una causa, esforzadas en su trabajo y enteradas de lo que llevan entre manos. A sus funciones de siempre –mantener el orden y la seguridad en el mundo rural, investigación y esclarecimiento de asesinatos y homicidios, lucha contra el tráfico de drogas…– se añade en la actualidad su esfuerzo, con frecuencia sobrehumano, por hacerlo con medios desproporcionadamente inferiores a los precisos, por enfrentarse a los nuevos retos delictivos: la lucha contra la violencia sobre la mujer, la proliferación escalofriante de estafas y otros delitos informáticos, la pornografía infantil, los nuevos medios de trata de personas humanas…
También debe hablarse de respeto. La Guardia Civil, como la Policía Nacional y cualquier otra, desempeñan una función trascendente e imprescindible en una sociedad democrática y libre y necesitan, en correspondencia, el reconocimiento que merecen. En los últimos años han llegado a proliferar afirmaciones y consideraciones de una frivolidad lamentable, pienso que derivadas de ciertos discursos irresponsables y superficiales. Se ha querido imponer un trato a la Policía en general que se mueve entre la falsedad y la caricatura. Los comentarios de algunos testigos de los hechos que han trascendido a la opinión pública no son más que botón de muestra de hasta qué punto se ha frivolizado con la función policial, se ha recurrido a argumentaciones demagógicas y manipuladoras.
El himno del Cuerpo comienza: "Instituto, gloria a ti, por tu honor quiero vivir". Es el honor con el que vivieron y murieron Miguel Ángel González y David Pérez, quienes perdieron la vida por defender a todas las personas de bien. Les debemos nuestro recuerdo, nuestra deuda y nuestras oraciones. Y como ciudadanos, algo más: la conciencia de su trabajo es para nosotros una garantía y debe contar con nuestro reconocimiento y nuestro apoyo.
Felipe Zazurca González es fiscal jefe de la Audiencia de Zaragoza
