Por
  • Luisa Miñana

De la esperanza

De la esperanza
De la esperanza
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El ánimo de esta columna viene hoy alentado por tres libros que me acompañan estos días: ‘Soñar de otro modo’, de Francisco Martorell Campos, ‘El tiempo de la promesa’, de Marina Garcés, y ‘La escala de las cosas’, de Fernando Broncano. 

Del primero, uno de mis subrayados dice: "El auténtico coraje consiste en albergar esperanza". Son tiempos complicados para armarse de esperanza, ya lo entiendo. Cosechan mucho más éxito los relatos que recrean el pasado o las distopías, porque hace tiempo que renegamos de la posibilidad de crear nuevas alternativas al malestar presente y al miedo a un futuro que percibimos amenazante. Así que ese espacio lo van ocupando discursos oscuros ya sabidos, como el negacionismo y el autoritarismo. Pero la gran envergadura de los asuntos que, como seres humanos, debemos abordar (digitalización, cambio climático, desigualdad, violencia, repensar la ferocidad de la globalización) necesita compromiso e imaginación, ‘prometernos’ que a partir de ellos seremos capaces de construir condiciones de vida dignas en ese futuro tan diferente, es decir, sin tener que inmolar nuestra libertad e identidad como individuos y como colectivos sociales. Y uno de los ejes de esta esperanza debería ser, sin duda, dada su función primordial en nuestro devenir histórico, redimensionar el sentido de la tecnología y la ciencia, recuperarlas para la ‘escala cotidiana de la vida’, como parte de un humanismo cultural que construya un diálogo habitable entre nosotros y con nuestro mundo.

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