Por
  • Ana Alcolea

Niebla

Niebla y frío en Zaragoza
Niebla
José Miguel Marco

Estos días Zaragoza amanece escondida entre la niebla. ‘Niebla’ se titula una novela de Unamuno, en la que un personaje dialoga con su propio autor porque pretende rebelarse ante el destino que el escritor le ha preparado. Niebla se llama el perro San Bernardo que tiene Heidi en los Alpes. 

Ahí no se rebela nadie ante el poderío de las montañas. Nos sentábamos ante el televisor y llorábamos las desgracias de Heidi y de Clara. El abuelo y el San Bernardo compensaban con su serenidad de montañeses. La niebla cubre la ciudad y embellece sus calles menos agraciadas, del centro y de los barrios; calles para las que nadie pensó, ni piensa, que los humanos buscamos y necesitamos belleza para sobrevivir. No preguntamos a los próceres de ayer, hoy y anteayer por las ausencias de planes urbanísticos que respeten a los humanos que vamos a sufrirlas. No vamos a los despachos de los creadores como hizo el protagonista de la niebla unamuniana para reclamar otro final. Y es que no vemos la fealdad porque estamos dentro de ella. Acatamos nuestro destino en la fealdad porque no sabemos que lo es. Karen Blixen lo contó muy bien en ‘El festín de Babette’. Bien está que la niebla esconda la falta de respeto urbanística, a la vez que embellece con su velo de novia lo que ya era bello de por sí. Que haberlo, haylo. Y mucho. Cuidémoslo. No tiremos más conventos para modernizar campos de fútbol, no rompamos fachadas históricas para grabar un logo. Las montañas y los san bernardos nos observan. Y la niebla también.

Ana Alcolea es escritora y Premio de las Letras Aragonesas 2019

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