Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

Contra el cáncer, más investigación

Contra el cáncer, más investigación
Contra el cáncer, más investigación
Pixabay

Si pudiéramos hacer zoom en nuestra piel, como lo hacemos con una pantalla y siguiéramos separando los dedos hasta tener suficientes aumentos, veríamos que estamos hechos de células.

Aunque la definición formal de célula que me dio Iñaki en 3º de EGB como "unidad fundamental de la vida" tardé décadas en entenderla, podríamos decir que son los ladrillos microscópicos que forman nuestro cuerpo. Diferentes tipos forman la piel, el hígado, los ojos, el pelo y así todo nuestro organismo. Tenemos unos treinta billones, con ‘b’.

Las células se alimentan para vivir y, cuando es necesario, se dividen. Lo hacen para reparar heridas o regenerar nuestros tejidos y órganos. También deben morir cuando suponen un problema para el bien común. Sin ese altruismo nuestros intestinos serían kilométricos y nuestra médula pesaría toneladas. Mientras lee este artículo varios millones de sus células se habrán dividido y otros tantos suicidado. Todo está regulado, controlado en una perfecta armonía molecular.

Vivimos un momento vibrante en la investigación contra el cáncer en todo el mundo, pero de manera muy especial en Aragón

Cada vez que una célula debe dividirse copia su material genético, sus instrucciones, su ADN. Un largo verso de tres mil millones de letras químicas. Del mismo que nos explica Irene Vallejo en ‘El infinito en un junco’ como "los libros manuscritos variaban a medida que se iban multiplicando" debido a los errores que introducían los escribas, los errores que acumule una célula en su ADN los heredarán sus células hijas. Si estos se dan en zonas del ADN, importantes para que una célula se divida, esta podría proliferar sin control. Así, el cáncer, en esencia, son células que se dividen descontroladamente porque los fragmentos de ADN (los genes) donde están las instrucciones para dividirse correctamente se han estropeado. Las células comienzan un secesionismo egoísta, crecen descontroladamente, se hacen inmortales y terminan viajando por los confines del cuerpo.

Los números de la vida abruman. Si treinta billones de células deben copiar tres mil millones de letras químicas cada vez que se dividen… la cabeza explota y nos sorprende que no tengamos más cáncer. Las células cometen errores al dividirse, pero nuestras células tienen herramientas para repararlos que funcionan muy bien hasta que alcanzamos una edad. Esa en la que podríamos tener hijos y nietos. Así, haciendo pedagogía debemos entender que las causas principales de tener cáncer es vivir y ser organismos hechos de muchas células. Una causa es el envejecimiento y otras los hábitos como el tabaco, el alcohol, la dieta, etc. El vapeo, aunque lo dulcifiquen, también mata. Comer bien, hacer ejercicio… lo que cuida del corazón, previene el cáncer.

Se están incorporando grandes investigadores que avanzan en el conocimiento y el desarrollo de nuevas terapias

Hoy sabemos que el cáncer son más de 400 enfermedades distintas. Algunos cánceres son curables. Para otros debemos seguir investigando. La necesidad de curar el cáncer es más importante que la de conocer, pero no curaremos bien hasta que no conozcamos bien. Este es un mantra en la investigación y el momento en el que acumulamos suficiente conocimiento está llegando. Desde hace unos años sentimos en los laboratorios que vivimos un punto de inflexión en la investigación oncológica. Si el cáncer es un enfermedad de nuestro ADN, leer todas las instrucciones de una célula, el genoma, no pudimos hacerlo hasta 2001, se tardó años y costó miles de millones de euros. Hoy puede hacerse en unas horas y por unos pocos cientos. Esto está generando una marea de conocimiento que no para de crecer.

Vivimos un momento vibrante en la investigación contra el cáncer, en todo el mundo, pero de manera muy especial en Aragón. Se están incorporando grandes investigadores con una proyección brutal que impactan en la comprensión de la biología del cáncer, la generación de nuevos modelos y el desarrollo de nuevas terapias. Estas semillas de ciencia, conectadas e interconectadas con los clínicos y los ingenieros de nuestra tierra, bien regadas y cuidadas prometen dar grandes alegrías e impactarán en la salud de nuestros vecinos. Pero a planta grande, tiesto grande o la planta se muere. Debemos seguir cuidando a la planta cuando crece y seguir apostando desde las administraciones y la sociedad. ¡Investigar funciona!

Alberto Jiménez Schuhmacher es investigador ARAID en el IIS Aragón

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