Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

¡Ventila!

¡Ventila!
¡Ventila!
Pixabay

La pandemia de la covid-19 nos hizo mucho daño, pero nos enseñó varias lecciones que estamos olvidando. Es asombroso que, tras vivir un virus del miedo que nos paralizó a todos, ante la ‘tripledemia’ de gripes y covid que anuncian las autoridades sanitarias, haya tanta gente diga que solo está ‘resfriada’ y no tome medidas.

Vuelven a verse niños tomando medicinas en la puerta de los coles y, pese a aumentar la venta de tests de antígenos últimamente, cuando cuestan lo mismo que dos cañas, mucha gente prioriza dos cañas.

Mascarilla y distancia son claves, así como fomentar otras medidas higiénicas por todos conocidas, pero también ventilar. La covid-19 nos enseñó que debemos prestar más atención al aire que compartimos y respiramos. Ahora comprendemos mejor como muchos virus respiratorios permanecen en partículas minúsculas que llamamos aerosoles y que pueden perdurar suspendidas en el aire. Del mismo modo que no bebemos agua de una charca, no deberíamos respirar aire ‘estancado’. Asegurar una adecuada ventilación en una vivienda, un aula, en el lugar de trabajo o un comercio no debería limitarse a simplemente abrir las ventanas o la puerta durante un breve período de tiempo al día. Tampoco consiste en helarse con una ventana o puerta abierta si no hace corriente. Ventilar implica la renovación constante del aire. Para limpiar el aire de este ‘humo’ debemos generar una ligera corriente de aire continua, distribuida y cruzada que renueve el aire y se lleve lejos a esos aerosoles.

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