Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

El legado del Maestro

Cuestionario. Vivir para Leer. Carlos López Otín.
El legado del Maestro
Raquel Labodía.

Carlos López Otín inició un viaje al centro de la vida cuando cogió el Canfranero y abandonó su Sabiñánigo natal para convertirse en uno de los mayores referentes en biología molecular. 

El tren primero le llevó a Zaragoza, después a Madrid y así la búsqueda del conocimiento le trasladó a Asturias, que durante mucho tiempo fue su lugar en el mundo. En ese Aragón a la orilla del mar construyó un Templo de la Ciencia admirado internacionalmente y una escuela extraordinaria. Jamás faltó a una clase con sus alumnos ni a su cita diaria con la Ciencia.

Hoy ese tren debe arrancar y le llevará a una nueva parada todavía por definir. Hoy deja oficialmente la Universidad de Oviedo. Se jubila de la toxicidad ambiental humana y, aunque busca la invisibilidad total, en este día tan señalado, debemos reconocer su legado y agradecerle su compromiso con toda la sociedad.

Conocí a Carlos hace veinte años cuando fui alumno suyo en la Escuela de Biología Molecular ‘Eladio Viñuela’ de la UIMP. En aquella época trabajaba en proteasas, unas enzimas que degradan a otras proteínas. Su papel parecía limitado a la digestión de alimentos, pero él intuyó que podían tener un papel en cáncer. En esas inolvidables clases nos contó cómo las estudiaban en ratones y cómo su mal funcionamiento causaba enfermedades y cómo buscaban tratamientos.

Ese conocimiento de las proteasas llevó a su grupo a participar en el Proyecto Genoma Humano y descubrir más de sesenta nuevos genes entre los que se encuentra Catepsina Z, por Zaragoza, inmortalizándola en el genoma de la humanidad.

También participaron en la secuenciación del genoma de numerosas especies de relevancia biomédica y evolutiva ayudando a comprender muchos procesos biológicos, enfermedades y qué nos hace humanos.

El científico aragonés Carlos López Otín (Sabiñánigo, 1958), que ha desarrollado una brillante carrera como investigador, se jubila de su puesto en la Universidad de Oviedo

Esas contribuciones y su mirada humana llevaron a su laboratorio a un momento transformador y decisivo al ser invitados a participar en los genomas del cáncer. Lideraron la secuenciación del genoma de la leucemia linfática crónica impactando en el manejo de esta enfermedad. Su grupo fue el primero en el mundo en completarlo.

El estudio de proteasas seguía y les llevó a estudiar enfermedades devastadoras como la progeria o envejecimiento acelerado. Además, Carlos ha ayudado a esclarecer los mecanismos moleculares asociados al envejecimiento.

Pero pese a su gigantesca obra científica, su mayor contribución fue su compromiso social. Creó un programa denominado Genómica Social que ha permitido estudiar, y en algunos casos descubrir, las bases genómicas de distintas enfermedades hereditarias presentes en las familias que se acercaban a su laboratorio en busca de ayuda.

Carlos es el ser humano al que más admiro y quien más me ha marcado. Es un Rafa Nadal de la Ciencia que sabes que nunca vas a poder alcanzar, pero que por querer ser como él y tenerlo de ejemplo hace que te esfuerces. Tengo la fortuna de que sea mi amigo y mi Maestro. Me animó y apoyó en momentos muy duros y decisivos de mi carrera y evitó que tirara la toalla. Hoy soy investigador gracias a él.

Todas las vidas tienen luces y sombras, pero a Carlos, en el mejor momento de su carrera, le proyectaron unas sombras que no eran propias y han sido insoportables. Justo en esos momentos son otros los que debíamos haberle defendido de esas sombras proyectadas y fallamos. Algunos las ampliaron y otros dioses pequeños fueron cómplices permitiendo la impunidad de los maestros de la perversidad que le causaron daño físico y mental. Eso esta llevando a Carlos a alejarse de todo hasta su disolución total en el aire cotidiano, pero estoy convencido de que de otra manera seguirá trabajando para aliviar la ignorancia, la propia y la ajena, para tratar de mejorar las vidas con futuros imperfectos, para evitar la muerte a destiempo, y estoy seguro de que sigue soñando con la vieja idea de que el conocimiento es el mejor instrumento para construir un mundo más justo. Su legado queda en todos a los que nos ha transformado y cambiado la vida. Investigadores, estudiantes, pacientes y cualquier persona que buscase salud o conocimiento.

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