Por
  • Víctor Juan

Fragilidad de la libertad

Fragilidad de la libertad
Fragilidad de la libertad
Pixabay

Hoy conmemoramos en Zaragoza el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto y Prevención de Crímenes contra la Humanidad, instituido por Naciones Unidas para homenajear a las víctimas del nazismo. 

El acto tendrá lugar en el Aula Magna del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, una institución dedicada al pensamiento, orientada a la reflexión, una institución que solo puede dar los frutos que la sociedad espera de ella si en su seno hay libertad para pensar, para someter a rigurosa crítica las ideas, para indagar, para denunciar injusticias y para soñar. La Universidad de Zaragoza será para nosotros esta tarde el refugio de la libertad y el lugar propicio para celebrar la cálida liturgia de la memoria.

Desde hace catorce años, Rolde de Estudios Aragoneses y Amical de Mauthausen y otros campos y de todas las víctimas del nazismo en España colaboran en la organización de este necesario acto de justicia que nos hace a todos mejores. También hace mejores, aunque resulte paradójico, a quienes en cada ocasión que tienen niegan la dignidad de las víctimas y las atrocidades que cometieron los verdugos, los crímenes del nazismo contra colectivos como homosexuales, gitanos, comunistas, judíos y personas con discapacidad intelectual y física.

Este año, el lema propuesto por Holocaust Memorial Day es "Fragilidad de la libertad". Conviene recordar que la libertad es frágil y que si no la defendemos se pierde con facilidad, pero, al mismo tiempo, la libertad es indestructible.

La libertad frecuentemente se conquista ejerciendo pequeños actos que pueden parecer intrascendentes.

El ser humano necesita libertad para alcanzar su sentido pleno. Estamos programados para ser libres o, al menos, para pretender permanentemente la libertad como el árbol talado –tal y como escribió Miguel Hernández– que retoña y aún le queda la vida.

La sociedad necesita hombres y mujeres que trabajen por la libertad, pero sobre todo necesitamos personas que se comprometan con la libertad del otro, con la libertad de quienes no tienen voz o no son escuchados. Esos luchadores por la libertad de quienes no se atreven a soñar con ella, o ni siquiera son conscientes de que no la tienen, son los imprescindibles.

Trabajar por la libertad pasa también por trabajar por la justicia. Sin un mundo justo, no habrá un mundo libre, como defendía Ramón Acín en una estampa titulada ‘Libertad con arroz’, publicada en 1924, en la que un revolucionario, un pájaro y un pez a los que dejan libres, enseguida echan de menos el rancho de la cárcel, el alpiste de la jaula y el alimento de la pecera.

La presencia o la ausencia de esa libertad que se escribe con letras minúsculas es la antesala de otras conquistas o de pérdidas cada vez mayores

La libertad frecuentemente se conquista ejerciendo pequeños actos que pueden parecer intrascendentes. La presencia o la ausencia de esa libertad que se escribe con letras minúsculas es la antesala de otras conquistas o de pérdidas cada vez mayores. Casi siempre nos roban la libertad poco a poco, gradualmente, hasta que cuando queremos reaccionar para conservarla es demasiado tarde. La falta de libertad de las personas que encerraron en los campos de extermino no empezó el día que fueron detenidas por los nazis y conducidas en trenes y camiones a campos de concentración en los que casi todos encontraron la muerte. El holocausto comenzó cuando les prohibieron sentarse en un banco, caminar por la acera, tomar un café en la que había sido su cafetería de siempre, asistir a la Universidad y les obligaron a cerrar sus negocios o a llevar un símbolo distintivo en lugar visible… Al principio parecían asuntos menores, detalles pequeños que no iban a cambiar sus vidas y cuando la sociedad tomó conciencia de lo que ocurría ya no había retorno posible. Otras veces somos cada uno de nosotros quienes nos coartamos la libertad con las pequeñas y grandes autocensuras, con nuestras auto castraciones para no incomodar al poder, para no denunciar sus abusos y arbitrariedades, para conservar nuestros míseros privilegios. Y ese perverso ejercicio de sumisión solo conduce a sufrir y callar y basta ya de sufrimiento y de silencio. Esta tarde nos reuniremos en el Paraninfo para defender la alegría y para gritar juntos: Nunca más.

Víctor Juan es presidente de Rolde de Estudios Aragoneses

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