Por
  • Víctor Juan

Mi hermana Conchita

Mi hermana Conchita
Mi hermana Conchita
Pixabay

Ha muerto mi hermana Conchita. Para mis padres, para mis hermanos y para mí era, simplemente, la chica. Diez años después de nacer yo, vino al mundo Conchita. Nació el veinte de marzo. La tarde del día de san José fuimos a pasear con mi madre, convencidos de que un paseo era un buen ejercicio para acelerar el parto. Y así fue. 

En la madrugada del día veinte, mis padres me despertaron para advertirme que se iban al hospital. Me nombraron máxima autoridad de la plaza. Ejercí con mano firme. Hasta que llegaron de Caspe nuestros abuelos y me relevaron del cargo, no permití que mis hermanos comieran chocolate ni más galletas que las del desayuno. Cuando volvieron nuestros padres a casa con la chica, los esperábamos en la calle y me permitieron que la cogiera en brazos para subirla a casa. Pocos meses después, un día que mi madre se había ido a comprar, mis hermanos y yo, por esas cosas que tiene la vida, salimos al rellano de la escalera. La corriente de aire cerró la puerta del piso y no teníamos llaves. Dentro se quedó la chica. Vivíamos en una cuarta planta. Le pedí a la vecina que me dejara pasar de su balcón al nuestro. Sobreviví al peligro y al castigo que me puso mi madre. Quisimos mucho a mi hermana todo el rato. Recordaré a Conchita sonriendo siempre, pendiente de las personas que quería, pendiente del Zaragoza y, durante los últimos meses, pendiente de su nieta Valeria, una preciosa niña que le llenó el corazón de razones para vivir contra toda lógica, contra viento y marea.

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