Por
  • Esteban Villarrocha Ardisa

El futuro del teatro

Imagen de las butacas del Auditorio en el concierto conmemorativo del 50 aniversario de Carbonell en el mundo de la música.
El futuro del teatro
Guillermo Mestre

Lo que más falta nos hace hoy es recuperar la confianza para poder encarar el futuro y mejorar este presente que a casi ninguno nos gusta, pero me pregunto: ¿Cómo será el futuro? La sociedad, en mi humilde entender, ha escogido un camino equivocado, por eso prefiero caminar a la contra. 

El ser humano vive al revés, va en sentido contrario. El ser humano es violento, destruye el medio ambiente, se comporta como las bacterias, que matan a quien deben su vida. Ningún animal es violento con la naturaleza, solo el humano lo es, perturba aquello a lo que debe su vida. Es decir, va al revés.

¿Cómo podemos escapar de esta vida al revés? Solamente podremos viviendo al revés. En ese sentido me pregunto por el futuro que le espera a la actividad a la que he dedicado parte de mi vida profesional: el teatro, que más que vocación ha sido obsesión. Hoy me pregunto en voz alta: ¿Qué será de la actividad que toma su nombre del lugar donde se realiza y que demanda ser el encuentro físico en asamblea, cuando la pandemia recientemente superada impidió su realización? El teatro siempre, hasta ahora, se ha definido como el arte de la reunión. A mi alrededor observo que hay quien, tras la pandemia, mira el teatro como un fósil vivo, una práctica de otra época, una actividad en decadencia. Puede que tengamos motivos para pensarlo.

En este mundo líquido y digital, el teatro edificio, con la separación convencional entre escenario y platea, demanda un espectador que se desplace hasta allí y luego permanezca silente, invisible en la oscuridad y que no interactúe más allá de la risa o del aplauso. Hoy, el teatro es percibido como una práctica superviviente ante el avance avasallador del mundo digital que, sobre todo, ha cambiado la manera de mirar del espectador, que ya no necesita estar en la platea. El teatro, tal como era concebido, precisa reunión, asamblea, compañía, presencia y tiempos compartidos; pero, tras la pandemia, se produjo una transformación que aceleró la forma de mirar y estar del espectador vinculada a la revolución digital que la pandemia aceleró, impuso y acabó cambiando la manera de entender y recibir el hecho teatral.

Algunos pensamos que, tras la pandemia, el mundo dejó de ser un mundo ordenado de presencias disponibles, para dejarse leer desde una pantalla a través de la mediación técnica que cambia nuestras formas de recepción de la narrativa. Asistimos a la transformación del ocio, vivimos un cambio en la forma de recepción de la cultura y un cambio en los usos y empleos del tiempo libre. De la sociedad analógica a la sociedad digital, el mundo visto a través de las pantallas. Como espectadores, lo digital ha cambiado nuestra forma de mirar.

El teatro seguirá hablando de la condición humana en un recinto como los que
conocemos o en diversas pantallas, pero no dejará de hacer preguntas inquietantes

A mi alrededor veo cómo la mayoría no lee lo que se escribe. La inmensa mayoría escucha para olvidar inmediatamente lo escuchado, consumen para tirar. Así las cosas, observo que no nos contamos nada los unos a los otros, no nos contamos cómo hacer comunidad, cómo ser, oímos historias que nos informan sobre cómo y qué consumir. Nos dedicamos a tragar información y desinformación, y a publicitar impúdicamente nuestra vida, nuestros breves pensamientos, nuestras emociones, dolores y alegrías por las cuatro esquinas de internet, por eso me pregunto: ¿Qué será del teatro?

El capitalismo consumista arrasa y, sobre todo, arrasa las ideas. Vivimos jalonados por los rituales del consumo. El ocio es un elemento para consumir y el tiempo libre se consume al igual que las pasiones y el eros. Consumo luego existo.

Los mundos en que vivimos han sido trastornados por la poderosa, imparable e influyente revolución digital, que trata de convencer a millones de ciudadanos de la bondad de sus intenciones. Y, si atendemos a los resultados, parece que lo están consiguiendo. Pasamos pantallas constantemente, de una a otra a gran velocidad.

La pregunta ahora es: ¿Cómo encontrar la salida de este laberinto existencial en el que nos hallamos? Necesitamos reencontrarnos con un futuro plausible, que será sin duda un lugar para la esperanza. Es imposible que el teatro pueda vivir de espaldas a la cultura digital. Somos nosotros, los mediadores culturales, los que tenemos que vencer la resistencia inicial del teatro ante los nuevos modelos de ver y participar que la cultura digital nos aporta. La llegada del teatro ‘on line’ no puede ser recibida acríticamente ni desde la refutación ni desde el elogio. El teatro seguirá de una forma u otra hablando de la condición humana, de nuestras fragilidades y de nuestras pasiones en un recinto como los que conocemos o en diversas pantallas, pero no dejará de hacer preguntas inquietantes y pavorosas. El teatro no es un fósil. ¿Qué será de nosotros cuando nuestro cuerpo semántico quede subordinado al cuerpo tecnológico?

El debate está servido. La revolución digital transforma el pensamiento, la sociedad, la cultura y el derecho. Este cambio se ha acelerado tras la pandemia, pero no podemos olvidar que la memoria, la verdad y el pensamiento crítico son los refugios del humanismo que nos permite vivir al revés, caminar a la contra.

Esteban Villarrocha Ardisa es gestor cultural

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