Por
  • Omar Fonollosa

Lo próximo

Lo próximo
Lo próximo
Pixabay

Ya es enero otra vez y, por si el tiempo no pasara lo suficientemente deprisa por sí mismo, hay quienes se encargan de querer acelerarlo todavía más. 

Hace algunos días, recién (aún más recién que hoy) estrenado el nuevo año, escuché decir con alivio que pronto llegarán los carnavales de febrero y que pueden contarse con los dedos de las manos los lunes que quedan hasta Semana Santa.

Algunos, los más amantes de la arena de la playa, ya andan tachando los días que faltan para el verano, para apoltronarse en la orilla de un mar que no cesa –como el tiempo– y dormir interminables siestas sin pensar en el bramido de las obligaciones. Y después, cuando todavía queden quince días del mes de agosto sentirán una pulsión violenta por hacer estallar los relojes y desprender la memoria de las agendas, aunque pronto se tranquilizarán al contar las semanas que quedan para el día de la Hispanidad y de Todos los Santos y, cómo no, para el puente de la Constitución. Y muy pronto querrán volver a comer turrones porque en las Navidades pasadas se quedaron con hambre: los devorarán como devoran –sin miramientos– el calendario.

Y así pasa el tiempo: en las horas de trabajo piensan en los minutos de descanso; los lunes sueñan con los viernes; durante el trayecto en coche imaginan el destino; los días de lluvia desean el sol; los días soleados ansían todavía más las vacaciones…

Hay quienes tienen la cabeza tan llena de lo próximo que lo más interesante es lo que no piensan, aquello que se les escapa: la vida.

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