El árbol de la música

Se acerca el momento de desmontar el belén.
Se acerca el momento de desmontar el belén.
Aránzazu Navarro

Ayer despedíamos la Navidad con la celebración de la Epifanía o fiesta de los Reyes Magos. Si bien la Iglesia recomienda no desmontar los belenes domésticos hasta mañana, leído el pasaje del Bautismo del Señor; y según algunos hasta la Candelaria o Presentación del Niño en el Templo.

Sea como fuere, desde el año pasado en Tierra Santa, me cuesta menos visualizarme en las escenas del nacimiento y la vida de Jesús, como aconsejaba San Ignacio de Loyola. ¿O lo aprendí en las pascuas juveniles? ¿O al releer y recrear los escritos sobre el Evangelio que Ana María Cortés publicaba en la ‘Hoja Diocesana’, cuando preparaba mi poemario ‘Flor de agua’?

Me veo pastorcilla en el Campo de los Pastores, sorprendida, asustada y temerosa, ante el relámpago. «Hoy os ha nacido…». ¿Un niño en un pesebre de piedra, como los corderillos sin desperfecto alguno, que han de sacrificarse en el ara del Templo? ¿Y aquella luz íntima y misteriosa, cometa o astro, de las noches precedentes? ¡Qué extraño resultaba todo aquello!

Antes vendría Juan, al que apodamos el Bautista, porque bautizaba en el Jordán. Vestía pelo de camello y un sencillo cayado. Yo estaba allí, escondida entre las mujeres que lo seguíamos, tullida y pequeña de estatura, intentando ver. Ni siquiera pude subirme al sicómoro, luego, cuando Jesús, como mi hermano Zaqueo. Mi condición y mis fuerzas no me lo permitían.

Bien podría ser una novela histórica, inspirada en los textos bíblicos, algún relato de Flavio Josefo o la rehabilitación de espacios y escenarios hechos por Santa Helena, madre de Constantino. Historia Sagrada, que antaño se decía, germen de tantas obras literarias, pictóricas, musicales… de ‘El Mesías’ de Händel a los villancicos del Concierto de Año Nuevo en nuestro Auditorio.

Historias tan reales como presentes. Hoy artistas, creadores y público con discapacidad seguimos con dificultades para actuar y ver, ya sea en el Árbol de la Música del parque Labordeta, ya en el Auditorio. Las normas de seguridad nos relegan a sillas y bastones al espacio de atrás, junto a luz y sonido, de escasa o nula visibilidad. Sería tan sencillo como vendernos a los sentaditos la primera fila de 26 butacas. Y no he visto a Sus Majestades trayendo ese presente. Ni me veo subiéndome a una higuera para ver.

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