Por
  • Isaac Tena Piazuelo

La responsabilidad universitaria

El Paraninfo fue diseñado por el arquitecto Ricardo Magdalena siguiendo las directrices sugeridas por los decanos y claustro de profesores de Medicina y Ciencias.
La responsabilidad universitaria
Archivo Heraldo

Semanas atrás se ha producido un intenso debate en las universidades españolas a propósito de la oportunidad de hacer pronunciamientos o declaraciones sobre los recientes acontecimientos políticos. 

Circularon diversos manifiestos, hubo artículos de opinión, a favor de una cosa y de la contraria, debates, entrevistas, etc. Al final cada uno hizo lo que mejor le pareció. No es necesario abundar en esa cuestión de la legitimidad para opinar, aunque me sirva de excusa cuando pienso en el papel de las universidades. Sería temerario que me ofreciera a esclarecer cuál es el sino de la institución universitaria, pues solo pretendo utilizar ideas que –en su mayoría– fueron vertidas por otros, como Ortega y Gasset. ‘La misión de la Universidad’ aún resulta un ensayo sugerente sobre el quehacer universitario (publicado en los años treinta), en este momento en que –otra vez– nos toca discurrir hacia dónde vamos: estamos en trance de implementar (término a medida de la burocracia) las normas que recientemente han reconfigurado el sistema universitario, y se adivinan reformas en los modelos y contenidos de los planes de estudios.

La universidad se replantea constantemente su función en la sociedad

Para Ortega la enseñanza universitaria está integrada por varias funciones: transmisión de la cultura, enseñanza de las profesiones, investigación científica y educación de nuevos hombres de ciencia. Esta última, ‘educar’ a los hombres y las mujeres de ciencia, creo que constituye una tarea especialmente exigente. Cabría añadir otros fines con marchamo de actualidad, como la ‘responsabilidad social universitaria’ (RSU). No resulta fácil definirla, aunque sus significados reclaman un determinado impacto en la sociedad. Es incompatible con una neutralidad mal entendida, en el sentido de que la Universidad debiera quedar al margen de lo que realmente preocupa a la gente. También está la cuestión del bien común y el compromiso con la verdad. Siempre es oportuno recordar a Bauman, y su llamada a preservar el papel de la Universidad: "La universidad, que debe mirar a la sociedad a que sirve, tiene que estar por encima de los caprichos comerciales o del mercado". Incluso me atrevería a decir que debe estar por encima de las frivolidades políticas del momento, orillando compromisos partidistas, de otro modo los fines de la Universidad se anquilosarían en el puro ‘conservacionismo’ de la institución. Comenta con ironía aquel filósofo, refiriendo la opinión de otro autor, que no podemos decir a los organismos rectores de las instituciones académicas que "nuestra función consiste en remover conciencias, en hacer que nuestra sociedad se sienta culpable, en mantenerla en un cierto desequilibrio". Esa función quedaría abandonada si renunciásemos al debate en el claustro académico, mientras nos atrincheramos en las aulas entretenidos en nutrir a los alumnos de mera información técnica.

Además de investigar y de formar profesionales y científicos, la institución académica tiene que reflexionar y hacer reflexionar, pero sin adherirse a compromisos partidistas

A pesar de que proclamamos hace unos años la ‘reforma de Bolonia’ y nos revelamos como renacidos entusiastas de la formación en competencias, habilidades y destrezas, me temo que algunas veces es necesario que todo cambie para que todo quede igual. No en vano los reticentes reprocharon a ‘Bolonia’ que deterioraba esa universalidad característica de la Universidad (como sede del saber) trocándola por la aspiración menos ambiciosa de conocer lo que se pueda. Y se echa en falta, porque no hay tiempo, tal vez porque menguan los ánimos, o por todo a la vez, un impulso decidido de la educación con rigor crítico, de una educación para la responsabilidad, que tantos pensadores (como V. Frankl) han venido reclamado en algunos de esos momentos de penuria moral que de vez en cuando nos asolan. En la Universidad, a la par que investigamos, necesitamos reflexionar y hacer reflexionar. Otra cosa es que podamos hacerlo por nuestra cuenta nada más, de espaldas a la sociedad a la que servimos. Un insigne universitario, el profesor Luis Oro, recordaba en su lección académica de la festividad de San Braulio de 2013 una expresión anglosajona: "En los cambios en las universidades pasa como en los cementerios, nunca pienses en la colaboración de los que se encuentran dentro".

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