Redactor de la sección de Cultura y columnista en HERALDO DE ARAGÓN

Cruentos de Navidad

Cruentos de Navidad: el 'Guernica' de Picasso.
Cruentos de Navidad: detalle del 'Guernica' de Picasso.
P. R. P.

El fantasma de las navidades pasadas está en el ‘Guernica’ de Picasso, y no es esa figura de gesto agónico en la que siempre nos fijamos al evocar el cuadro, bajo el gran toro; aparece a la derecha, es una cabeza voladora entre las bombas y la devastación que asolaron la población vasca un terrible abril de hace 86 años, que se dice pronto. 

El fantasma de las navidades presentes es múltiple: entre otros muchos sitios donde se blanden armas y se siegan vidas se sabe de su paso por Ucrania (allí se ha quedado a vivir, el farsante, paradójico como el propio concepto vampírico del no muerto) y en Gaza. Se pasó por Israel también, asesinos hay en todas partes pero ha sentado sus reales en esa franja diezmada por la muerte y la emigración forzosa. Es un fantasma sanguinario, tan inhumano como se le supone a un espectro incorpóreo, y letal como las bombas que matan niños y destruyen hospitales con justificaciones de las que no hay pruebas fehacientes. No oculta su condición: prefiere enseñorearse en ella. 

El fantasma de las navidades futuras, como sabía Dickens, es silente y tétrico. Un Nosferatu robótico que quizá imaginaron al alimón Murnau y Fritz Lang hace cien años, aunque no llegaran a dibujarlo. Da vértigo pensar en una nada futura, producto de nuestra sinrazón como especie: la escalada armamentística, la crispación perenne, la inacción de los bienpensantes y la complicidad de quienes no ven más allá de sus narices. ¿Estamos a tiempo de cambiar las cosas, o más lejos que nunca de generar una ola de conciencia al respecto? ¿Es demasiado tarde? ¿Tan difícil resulta entender que la letra no entra con sangre, y que la mejor defensa no es un buen ataque, porque los daños colaterales son siempre sustanciales?

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