Amarga investidura

Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno en funciones.
Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno en funciones.
Susana Vera / Reuters

Asuntos que nos importan a todos los españoles, que afectan a nuestra economía, a nuestro bienestar, a nuestra identidad, Sánchez los saca en almoneda y dispone de ellos con desparpajo.

 Y se los sirve en bandeja a aplastantes minorías a las que él mismo, cediendo y concediendo, otorga un poder desmesurado. Aun dice Pilar Alegría que el PP y Vox tienen que aceptar el resultado de las elecciones. Como si Sánchez hubiese recibido en las urnas un sólido respaldo electoral. O como si los españoles hubiésemos votado perdonar, y casi pedir perdón, a quienes asestaron a la democracia en España el mayor golpe que ha sufrido después de la astracanada de Tejero. O como si estuviéramos deseando fragmentar la red de ferrocarriles, despiezar la Seguridad Social y desangrar el sistema de financiación autonómica. ¿Seguro que en su partido han valorado bien el resultado electoral? ¿De verdad se creen que tienen un ‘mandato’ popular para hacer lo que están haciendo? ¿O se trata simplemente de mantener el poder y de seguir disfrutando de sus ‘delicatessen’? No me extraña que los diputados socialistas aragoneses, salvo Alegría, obligada por su función de portavoz del PSOE, se quedasen mudos después de leer el acuerdo que sus jefes habían firmado en Bruselas y que no acertasen a hacer declaraciones para HERALDO. Aún mejor es lo de Lambán, que rechaza rotundamente la amnistía pero se niega a socavar la disciplina de partido. Como un personaje de Sartre, mejor equivocarse con el partido que hacer lo correcto y quedarse solo. Me parece que a muchos socialistas las mieles del triunfo de su amado líder les van a saber a sapo. Amarga investidura. Nunca tantos tragaron tanto en beneficio de uno.

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