Por
  • José Alegre Aragüés

¿Un sínodo para la (des)esperanza?

El papa Francisco durante la misa de apertura del Sínodo.
El papa Francisco durante la misa de apertura del Sínodo.
Efe

Ha concluido la primera sesión final del Sínodo. Había comenzado el 4 de octubre y el 29, con la misa solemne en San Pedro del Vaticano, ha dado fin a sus sesiones de reunión en grupos y a las votaciones generales. Y ha dejado una sensación de frustración en quienes lo han seguido muy de cerca y en quienes habíamos puesto un poco más de ilusión en las posibilidades de cambio y renovación que esta Iglesia de nuestras fatigas necesita. 

Porque no es una cuestión de querer, desear o ilusionar. Es una necesidad agobiante para realizar su tarea y estar junto a la gente que anhela un mensaje de esperanza, un anuncio de perdón a todos, no a muchos, con su invitación a anticiparlo ya ahora y hacer posible, en esta Historia, un mejor ambiente de convivencia y de resolución de conflictos.

Imagino al Papa en estado decaído, si su sicología personal y su puesto se lo permiten. Espero que no cunda el desánimo, aunque motivos hay. Tenemos un año por delante para que los grupos sigan trabajando y corrigiendo a sus obispos, si se dejan. Se ha manifestado que el silencio de muchos de ellos era solo aparente. En lugar de animar a la participación han trabajado su estrategia para concluir siempre con la misma cantinela: mejor seguir estudiando y revisando la tradición para ver con más claridad las posibilidades de cambio. Incluso en cuestiones en las que existen diversas tradiciones en la Tradición católica, como por ejemplo la Liturgia, el celibato, el diaconado de las mujeres, el modo de elegir a los obispos, el sonsonete ha sido el mismo: seguir su estudio teológico y pastoral. Algo así como: no está maduro y no conviene. Prudencia. Miedo. ¿Desconexión?

La primera fase del Sínodo de la Iglesia católica se ha cerrado sin aportar ilusión
a quienes esperaban que fuese el momento de una renovación profunda

¡Cómo a nuestra comunidad, que tantos cambios ha tenido que realizar en su historia, le cuesta tanto asumir ahora que está en el momento de hacer otro más y hacerlo en profundidad! Cuando el mundo está en un proceso de cambios vertiginosos y profundos por la influencia que la ciencia y la tecnología han introducido; cuando a cada generación no le da tiempo de asimilar todo lo que cambia su entorno, ¿no puede la Iglesia acompañar a su gente para hacer una reflexión profunda –no de catequesis infantiloide– que permita entender la relación de todo con la Palabra bíblica que supo acompasar sus expresiones religiosas con los cambios que la comunidad antigua vivía? ¿Va a seguir repitiendo, rutinariamente, palabras y gestos vacíos de significado vital, cuando hoy anda el mundo sin saber nada de su origen y de su futuro trascendente aunque sepa mucho del ‘big bang’ y de la entropía? En entropía está la Iglesia cuando hasta el Papa tiene que hablar de que "la Iglesia se convierte en un supermercado de la salvación y los sacerdotes en meros empleados de una multinacional. Es la gran derrota a la que nos lleva el clericalismo. Y esto con mucha pena y escándalo (basta ir a sastrerías eclesiásticas en Roma para ver el escándalo de sacerdotes jóvenes probándose sotanas y sombreros o albas y roquetes con encajes)" (palabras del Papa a los sinodales).

Mientras, la salud mental está en horas bajas. Los jóvenes, entregados a un ocio que les aburre, cansados de cursillos, descorazonados de la política, sin idea de religión, algunos probando el fentanilo, otros saturados de ocio. Es tiempo de renovación. Para hacer una evangelización que responda, anime y devuelva la esperanza a millones de jóvenes. Pero si la Iglesia no rompe con su rutina pastoral, intelectual, episcopal, litúrgica, no salimos de ésta. ¡Reaccionaremos, como hemos hecho siempre, pero cuándo! 

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