Por
  • José Tudela Aranda

En la historia y por la historia

En la historia y por la historia
En la historia y por la historia
Heraldo

Leonor de Borbón Ortiz cumple 18 años. Desde este momento, se convierte en ciudadana con plenos derechos y, sobre todo, adquiere la responsabilidad de ser la heredera directa a la Jefatura del Estado. Una circunstancia que se expresa con todo su simbolismo en el acto de jura de la Constitución ante las Cortes Generales. Ante los representantes del pueblo español, depositarios de la soberanía nacional, la heredera al trono adquirirá el compromiso de servir a la Nación cumpliendo fielmente los mandatos constitucionales. 

Lo hace en la sede de la soberanía popular y contrayendo el máximo compromiso posible con la norma que garantiza a los españoles la igualdad y la libertad y legitima su condición de heredera. De ahí que no sea exagerado calificar el acto como histórico. La Nación española se renueva ante la historia en su persona.

La princesa Leonor jurará la Constitución delante de sus padres, Felipe VI y Letizia Ortiz. Reyes de España y expresión de la renovación de una Institución cuyo significado trasciende la mera condición de órgano constitucional para ser símbolo de la unidad y permanencia del Estado. La labor de modernización, renovación y ejemplaridad llevada a cabo por sus padres debe ser guía a seguir por la Princesa en el camino que le queda por recorrer. En el acto de jura, la Princesa también asume el compromiso de mantener ese camino de manera que la Institución sea estrictamente irreprochable.

Ante los representantes del pueblo español, depositarios de la soberanía
nacional, la heredera al trono adquiere hoy el compromiso de servir
a la Nación cumpliendo fielmente los mandatos constitucionales

Mas el acto de juramento tiene también un significado esencial para el Estado y para la Nación española. En la España de hoy, supone la afirmación tanto de la continuidad histórica como la renovación del compromiso constitucional de 1978. La monarquía exige la historia y a su vez la hace presente. De allí su profunda relación con el ser nacional. En la continuidad dinástica, se refleja una historia centenaria que no está dispuesta a renunciar al futuro. Historia que tuvo como hito fundamental el refrendo popular al gran acuerdo político de 1978. No es exagerado decir que, en el consenso sobre la monarquía, la práctica totalidad de las fuerzas políticas presentes en 1978, en el mismo edificio que será testigo de la jura, quisieron simbolizar el inicio de una nueva etapa histórica. Una etapa que debía suponer el olvido de los viejos y crudos antagonismos para poner todos los esfuerzos en construir un país mejor para sus ciudadanos. El 31 de octubre de 2023, transcurridos cerca de cuarenta y cinco años, cuando con todos los matices que se desee se puede realizar un balance inequívocamente positivo, los Reyes, la Heredera y los representantes de la voluntad popular recuerdan y ratifican su compromiso tanto con la unidad del Estado como con el sistema constitucional de 1978. En el mismo acto, la Constitución se renueva y recuerda a todos su plena vigencia.

La ausencia de determinadas formaciones políticas no debe entenderse como rechazo a la Institución sino como lo que es: rechazo a la unidad del Estado y rechazo al orden constitucional. Más difícil de comprender resulta que miembros del Gobierno no sean conscientes de su posición institucional. En todo caso, y debe recordarse, una minoría que no debe velar un apoyo político y popular claramente mayoritarios.

Durante un tiempo hemos reiterado que, aun aceptada su plena compatibilidad con un sistema democrático, la Monarquía era una institución anacrónica y ajena a una comprensión racional. Creo que es el momento de desmentirnos. La historia también gusta del juego. El transcurso del tiempo ha teñido de vigencia a la vieja Institución. Hoy, la Monarquía es garantía de continuidad y estabilidad. También de prudencia y moderación. Mediante el ejercicio de estos valores, la Institución monárquica ha adquirido una inesperada legitimidad funcional convirtiéndose en referencia frente a la inestabilidad, confusión y polarización propias de nuestro tiempo. Representa valores tan escasos como necesarios en la vida pública. Valores que es particularmente necesario reivindicar en la España de hoy. Valores con los que solemnemente se compromete para el futuro histórico de este país, Leonor de Borbón Ortiz.

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