Por
  • José Tudela Aranda

Anatomía de una disolución

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez
Associated Press/LaPresse

La noche del domingo 28 de mayo concluía con la convicción de que el PSOE, y, en particular, su secretario general y presidente del Gobierno, habían sufrido una severa derrota. Se aventuraba que, al haber monopolizado el protagonismo durante la campaña, las próximas semanas serían complicadas para el presidente Sánchez.

Apenas habían transcurrido doce horas y el foco mutaba radicalmente: el análisis de las consecuencias del resultado electoral se veía desplazado por el inesperado anuncio de disolución de las Cámaras y correspondiente convocatoria de elecciones. El presidente del Gobierno tomó la decisión por la noche rodeado, en Moncloa, por un muy reducido número de asesores y lo anunció a la nación a las once de la mañana. Previamente, se lo había comunicado telefónicamente al Rey. Ni el Gobierno ni el partido eran conocedores de la decisión.

Pedro Sánchez ha construido su biografía sobre una osadía y resistencia que se impone a cualquier ortodoxia

Desde los hechos descritos, se imponen dos análisis. El primero se refiere a las implicaciones jurídico-constitucionales de la decisión; el segundo, a lo que denominaré psicología del poder. En mi opinión, no se trata de una decisión neutra institucionalmente y ello no debería pasarse por alto. No lo es por las razones que paso a exponer.

En primer lugar, porque la convocatoria implica que España abordará la Presidencia de la Unión Europea con un Gobierno en funciones, al menos, por cuatro meses. No es preciso detenerse en las consecuencias de este hecho. Es sorprendente que una Legislatura que ha hecho bandera de la política exterior y, en concreto, de la política comunitaria, finalice de esta manera.

En segundo lugar, si bien la decisión de la disolución corresponde al presidente, la deliberación previa del Consejo de Ministros es un imperativo constitucional ineludible. Imperativo que si siempre es una exigencia del sistema parlamentario aún lo es mucho más cuando se trata de un Gobierno de coalición.

En tercer lugar, es preciso reparar en la posición a la que ha sido relegado el Partido Socialista. No es arriesgado decir que el devenir de los acontecimientos es la expresión máxima del presidencialismo al que ha conducido el sistema de primarias. El partido, según los testimonios que se conocen, era absoluto desconocedor de lo que iba a suceder. Es un ejemplo de esas prácticas que no merecen un reproche jurídico estricto pero que sí lo merecen desde el respeto por un adecuado funcionamiento institucional.

Finalmente, es preciso realizar una referencia a la fecha. Un 23 de julio no es la mejor fecha para celebrar elecciones. En principio, favorece una baja participación y, en todo caso, obliga a hacer frente a una serie de obstáculos logísticos. Un conjunto de circunstancias que ponen en evidencia la escasa ortodoxia de la decisión.

El problema es que, en ocasiones, esa ortodoxia es
una condición necesaria del adecuado funcionamiento institucional

De modo a mi entender paradójico, el análisis se ha centrado, por un lado, bien en la osadía de Pedro Sánchez bien en su mítica resistencia; por otro, en la oportunidad política de la misma para sus intereses. Sorprendentemente, la dimensión institucional y social que he querido poner de manifiesto ha quedado casi velada. Son muchos los analistas, incluso críticos con el presidente, que se han rendido a su capacidad de arriesgar y cambiar la agenda. Un largo velo ha ocultado los aspectos más criticables de su decisión. Velo que, pienso, sólo se explica desde la psicología. Es la seducción por un liderazgo que es capaz de obviar lo necesario, incluso lo exigido, para protagonizar la agenda política. Es la seducción por el salto al vacío.

Cada personaje público persigue construirse una biografía dominada por un aura. Pedro Sánchez ha construido esa biografía sobre una osadía y resistencia que se impone a cualquier ortodoxia. El problema es que, en ocasiones, esa ortodoxia no es una exigencia anacrónica sino una condición necesaria del adecuado funcionamiento institucional. Se trata de una cuestión que transciende el juicio del presente y de un político determinado. Apunta a la forma de valorar y enjuiciar la acción política en la sociedad contemporánea. 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión