Rafael Andolz
El primer diccionario castellano de referencia que tuve, aparte de los escolares, fue el ‘Diccionario de Uso del Español’, de María Moliner Ruiz, y el primero en lengua aragonesa, el ‘Diccionario aragonés’, de Rafael Andolz Canela. Como los buenos amigos, me siguen acompañando mientras camino por la vida y sus voces me guían cuando hablo, escribo, estudio o enseño. Por eso, como los buenos amigos, forman parte de mi pequeña historia y de mi memoria.
Ahora, al cumplirse 25 años del fallecimiento de Rafael Andolz, recuerdo especialmente la figura de este sacerdote, profesor y estudioso de la lengua y la cultura aragonesas, su obra y sus palabras. Para redactar dicho diccionario, que, desde su publicación en 1977, ha tenido varias ediciones, y fue el primer diccionario bilingüe con doble versión, aragonés-castellano y castellano-aragonés, Andolz recorrió durante diez años Aragón. Ese trabajo de campo fue una experiencia muy gratificante, pues, según él mismo contaba, «rechirando parabras m’alcontré cualque cosa millor: m’alcontré con presonas; chens marabillosas que alzan en o fondón d’o suyo esprito lo tesoro d’una raza, d’una cultura, d’una bida que s’amorta». De ahí que su empeño, desde entonces, fuera dar a conocer ese patrimonio cultural, con el deseo, decía, de que los jóvenes, «respetando todas las culturas que todavía nos quedan, aunque sea a jirones, sientan que el mundo se enriquece con las aportaciones y las diversidades de todos».