Por
  • Javier Sebastián

Jitanjáforas

Imagen de Ozores tomada en marzo de 2010
Imagen de Ozores tomada en marzo de 2010
EFE

Leyendo ‘Salvo mi corazón, todo está bien’, de Héctor Abad Faciolince, me acordé de las jitanjáforas, en esa novela se nombran. Les copio aquí esta de Cortázar, verán de qué hablo: "Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, caían en hidromurias, se enredaban en un grimado y tenía que invulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo las anillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo...". Es una broma de la glosolalia, que consiste en inventar palabras.

Mi padre me enseñó una de esas jitanjáforas. Era su respuesta guasona a cada pregunta mía, en esa fase de la niñez en que uno quiere saberlo todo: "Eso, hijo", me decía, "es una especie de indate que utilizan los melebos cuando treban". Y mi tío Jesús, que fue médico en Herrera de los Navarros, esta otra, la entonaba como una salmodia cuando nos llevaba a bañarnos al río Aguas vivas en verano: "Alicáncano tú que picaste/ en cuello de sacerdote/ tú morirás en patena... Améeeen". Qué risa, lo mal que cantaba. Un genio en este arte era el actor Antonio Ozores, se las inventaba sobre la marcha. Esto fue lo que dijo una vez en el concurso ‘Un, dos, tres’ (está en Youtube): "Priesos andronios sagrallos condrilos amondronayán...".

Igual soy yo, pero ¿no les parece a ustedes que, últimamente, cada vez que ciertos individuos abren la boca no dicen más que jitanjáforas? Así es imposible entenderse. Y hoy, víspera de El Pilar. La de jitanjáforas que se dirán. Sobre todo de madrugada.

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