Por
  • Alejandro E. Orús

Movimientos sísmicos

Reunión de Yolanda Díaz y Carles Puigdemont en una sala del Parlamento Europeo en Bruselas
Reunión de Yolanda Díaz y Carles Puigdemont en una sala del Parlamento Europeo en Bruselas
REUTERS/EFE/EPA/OLIVIER MATTHYS

Las vinculaciones entre política y sismología vienen de antiguo porque ambas tratan del movimiento constante y larvado de estructuras. A menudo esa propagación de ondas resulta imperceptible pero en ocasiones las convulsiones son tan fuertes que causan un terremoto de inmensa capacidad destructiva. 

Las fallas y las placas tectónicas encuentran una fácil correspondencia en la coyuntura política. Sin embargo, a diferencia de los modernos sistemas sismográficos, los medios para detectar ese cúmulo de vibraciones y tratar de predecir catástrofes suelen ser poco rigurosos en el caso de la política y sujetos a interpretaciones sesgadas.

Uno tiene que recurrir a la medición imprecisa de algunos gestos aparentemente banales como la amplitud de la sonrisa de Yolanda Díaz, el grado de tensión del mentón de Pedro Sánchez o el nivel galaico del tono de Alberto Núñez Feijóo para intentar desentrañar cuánto tiempo falta para el próximo terremoto. Y lo primero que hay que hacer para asumir su llegada, sea en forma de amnistía u otra ocurrencia, es hablar de él, como ya se está haciendo tras abrirse esta nada disimulada subasta del Estado que propició el resultado de las urnas el pasado mes de julio.

La realidad es que Sánchez, salvados por su propia naturaleza todos los obstáculos que podrían derivarse de principios e ideales, tiene muy despejada su investidura. Por eso no puede sorprender la aparente paradoja de que al desafío expreso de Carles Puigdemont siguiera de inmediato, según las agencias de noticias, un elocuente aire de "optimismo" en la Moncloa.

En lo que de verdad está inmerso el presidente en funciones no es en una negociación con Junts, que solo sigue ya los limitados cauces de su escenificación, sino en su propio ‘procés’ que consiste en anunciar el terremoto que viene y presentarlo como algo aceptable, normalizado y constitucional. Tiene algo de tiempo para ello gracias al trámite de Feijóo y cuenta con la inestimable ayuda de la vicepresidenta Díaz, cuya arrebatadora simpatía se refleja bien en el hecho de correr a ver a Puigdemont tras rechazar reunirse con el líder del PP. Nada hay de científico, es cierto, en las señales de este seísmo que nos llega, pero no parece que eso nos vaya a librar de él.

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