Por
  • Alejandro E. Orús

Los duendes de las urnas

Los hados de las urnas
Los hados de las urnas
Pixabay

Unas elecciones como las del 23-J dan para muchos y muy sesudos análisis, pero ninguno parece suficiente para evitar una cierta decepción. Al menos desde la perspectiva de la gobernabilidad de España, que era el fin último y primordial de los comicios. Sí, es comprensible la satisfacción en el PSOE por haber vencido a un aluvión de encuestas poco o nada favorables. Pero a nadie se le debería escapar que ese es un triunfo tan inconsistente como la propia naturaleza de los sondeos fallidos y que, pasada la euforia de la noche electoral, la legislatura se asoma a un "túnel tenebroso" como el que Sánchez esgrimía para asustar a la concurrencia con la alianza PP-Vox aunque, este sí, real y con el perfil inconfundible de un prófugo de la Justicia decidiendo los destinos de España desde Waterloo. Si esto no es una maldición, se le parece mucho.

El equilibrio precario que hace depender al Gobierno de turno de fuerzas independentistas o de nacionalismos amenazantes es una condena de la que la política española no consigue librarse. Ni con bipartidismo ni sin él. El lamento es ya viejo y la solución difícil, pero lo peor es que se ha normalizado y que los democráticos y burlones duendes de las urnas se han superado esta vez hasta apurar al máximo la matemática parlamentaria. Nadie duda de que finalmente el sudoku lo resolverá Sánchez a su favor. Lo imprescindible son los números y en cuanto a los principios, está claro que es más fácil gobernar sin ellos que con ellos.

La propuesta de Feijóo de que gobierne la lista más votada peca de ingenuidad y solo parece admisible en un sistema parlamentario como el nuestro si trata de evitar graves perversiones a la que a veces arrastran los números. Una coalición del PP y el PSOE para eludir este sino aciago es también un viejo anhelo de un puñado de bienintencionados ciudadanos que probablemente se sueñan como alemanes esclarecidos. Tendría ventajas indudables como la de poder afrontar una reforma constitucional o renovar el CGPJ, pero las especulaciones, tan recurrentes, sobre esto parecen responder a una frase de Baroja que suele citar Trapiello: "Lo importante es pasar el rato". Lo cual, por cierto, serviría para explicar muy bien algunas de las cosas que nos pasan.

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