Goles en la prórroga
España es líder mundial en donaciones de órganos. Quizá la mejor de nuestras muchas medallas de oro. ¡Cuánto juego da el deporte para las metáforas! Un trasplante es la prórroga del partido de la vida, el tiempo extra que dirime esa victoria gestada tras un acto supremo de generosidad en dos formatos: la donación de quien así lo dispuso en vida para el día de su fallecimiento, y la aún más increíble donación de alguien vivo que, en los casos de órganos no vitales (como los riñones, porque se puede vivir con uno, o parte del hígado, porque se regenera) decide poner en riesgo su propia vida para darle ese balón de gol a puerta vacía al deportista que ya no tenía fuerzas para trabajar su propia jugada de ataque. En el tenis, la metáfora es paradójica: cuando un set llega al 6-6 se desempata con muerte súbita, aunque el ganador de ese juego sigue vivo en la competición.
Conozco a un deportista que ha ganado en esos desempates:recibió un riñón de su hermana María en 2012, que le devolvió el color a la piel y el abrigo de los kilos a la osamenta. Dos años después, el tiempo que llevaba en lista de espera, el infortunio de otro hombre de su misma edad (43 años en ese momento, un accidente de moto) le brindó una segunda bola de partido en forma de páncreas: otro gol por la escuadra, otro saque a la cruceta, incontestables para la parca que ya aguardaba guadaña en mano.
Ese deportista les agradece, donantes actuales o futuros, su generosidad. Porque esas prórrogas, casi siempre, son de lo mejorcito de una vida: doy fe. Vaya esa flexión genuina (o genuflexión) de mí para ustedes. Donen. Por favor. Y gracias de nuevo.
