Redactor de la sección de Cultura y columnista en HERALDO DE ARAGÓN

Las charlas de ascensor

Las charlas de ascensor.
Las charlas de ascensor.
HA

Nos pasa a todos. Entras al ascensor justo detrás de un vecino, y aunque tu primer impulso es frenar y esperar, andas con prisa y acabas compartiendo el claustrofóbico habitáculo, rezando por la correcta higiene del susodicho. Buscas tu pose, o te sale sola: despreocupada, tímida real (ojos al suelo, un gruñido cortés de saludo), la mirada furtiva preparatoria de la frase cordial sobre calores y fríos, o ángulo de 90 grados con respecto a la otra persona (en silencio, enfocado ya hacia la puerta). El chascarrillo simpático está en desuso: no nos gusta mucho prender la mecha de una humorada, habiendo muchas posibilidades de que no coincidan nuestros respectivos interruptores de la sonrisa franca. 

No hay tiempo para argumentar sobre fútbol, política, la clave para evitar los grumos en la bechamel o la pésima elección del Nobel de la Paz: ni siquiera yendo ambos a los pisos altos. Es momento de reivindicar un máster acelerado en esta disciplina tan desasosegante. Estamos en periodo postelectoral y preinvestiduras (dos de cada), a punto de empezar la liga y con el colmillo siempre presto para criticar decisiones ajenas en cualquier materia: urge dibujar un par de frases rompedoras para abordar estos retos. 

Mi colega Mapi, si le toca dar réplica, apuesta por las frases "esto es como todo" o "no, si ya" (no confundir con la crema de cacao y almendras pedida por un ciudadano de La Gomera o Cúcuta) porque sirven para decirlo todo y no decir nada; te mojas y sigues seco, creas una extraña empatía en tu interlocutor y, antes de que el aire sea irrespirable, llegas a tu piso.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión