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  • Isaac Tena Piazuelo

El matrimonio está enfermo

En España, las crisis de pareja se resuelven casi siempre con el divorcio.
En España, las crisis de pareja se resuelven casi siempre con el divorcio.
Beatrixia

Estas semanas son ricas en contenidos informativos. Ni siquiera hacía falta caldear el ambiente con avisos amarillos, naranjas o colorados, pero hasta el calor es noticia. Podríamos darnos por satisfechos de emociones, si no fuera porque todavía está por organizar la política de casa. Esta vez no se precisará de la socorrida ‘serpiente de verano’ para llenar huecos en los noticiarios. A pesar de todo, ojalá haya un momento para reflexionar sobre otro tipo de actualidad, con su propia importancia.

El año pasado, por fechas parecidas, dediqué unas líneas a comentar la nota de prensa del INE y el informe sobre nulidades, separaciones y divorcios acontecidos en 2021. Acaban de publicarse los datos de 2022 y no hay muchas novedades, al margen de leves variaciones porcentuales en cada apartado. Si acaso es reseñable que volvemos a la normalidad estadística, al regularizarse el efecto acumulador que se originó con la pandemia: en 2021 se contabilizó un incremento de rupturas matrimoniales (90.582), un 13,2% más respecto del ejercicio estadístico anterior. En cambio, en 2022 se aprecia una disminución de un 6,7% (84.551 rupturas). También es reseñable que la modalidad de custodia compartida de los hijos crece (hasta un 45% de los divorcios de parejas con hijos), y que el divorcio ante notario ya casi supone un 13% del total. Precisamente, el divorcio sigue siendo el método abrumadoramente escogido (96,2% del total de rupturas) para gestionar las crisis matrimoniales, pues la separación (3,8%) y la nulidad (no llega al 0,1%) tienen una presencia meramente testimonial.

Ya en 1914 nuestro insigne paisano José Castán Tobeñas afirmaba que "el matrimonio está enfermo".

Semejante voleo de cifras descubre lo que es fácilmente mensurable, pero deja en la penumbra ¿qué está sucediendo con el matrimonio como modelo institucional de convivencia? ¿Por qué parece más endeble? En estos días que para muchos tendrán sabor a mar, ¿qué pasaría si de vez en cuando nos limitásemos a comprobar cuánta agua entra por el casco de nuestra embarcación, en lugar de comenzar a preocuparnos de por qué hacemos agua? Igual es hora de avisar donde nos socorran, sin dejar de achicar. Podríamos tranquilizarnos diciéndonos que en todas partes cuecen habas (algún especialista llega a afirmar que las crisis de pareja son una especie de pandemia), pero lo cierto es que nuestro país suele ostentar una posición bien adelantada en el ranquin europeo de divorcios en proporción al número de habitantes.

Alguno podría pensar que no es su problema. En realidad, debería interesar a todos. No hay que atar demasiados cabos para ver que se trata de una cuestión que afecta al bienestar colectivo (también a las arcas públicas: por los gastos de sostener la Administración de justicia, e incluso las prestaciones sociales y servicios de salud). Así lo han visto hace tiempo las instituciones. Por ejemplo, la recomendación del Consejo de Europa sobre mediación familiar (de 1998), que justificaba la necesidad de adoptar soluciones: "Reconociendo el número creciente de conflictos familiares, particularmente los que resultan de una separación o divorcio, y haciendo notar las consecuencias perjudiciales de los conflictos para las familias y el coste social y económico expuesto por los estados".

Hoy en España se celebran pocos matrimonios y las crisis de pareja se ‘resuelven’ casi siempre mediante el divorcio. Esa realidad tiene un coste social

En nuestro país hay una baja tasa de nupcialidad (número relativo de matrimonios). A pesar de que la oferta de posibilidades, o de matrimonios a la carta, es muy variada. Además, son proyectos de vida (no meros negocios jurídicos) con una alta probabilidad de ruptura. Al menos resulta tranquilizador que los matrimonios españoles todavía conservan una duración estadística bastante alta: 16,5 años. Que, como todas las medias, se obtiene contabilizando las parejas casadas que llevan toda una vida juntos y aquellas otras que solo completan unos meses.

Acabo, ‘El matrimonio está enfermo’. No es idea mía (sino de un insigne paisano aragonés), ni es solo cosa del presente. Por razones que explicaba D. José Castán Tobeñas (¡en 1914!), el matrimonio padece una crisis filosófica, social, cuantitativa y cualitativa. Habría que darle alguna vuelta a todo esto. De todos modos, las demandas de divorcio suelen aumentar a la vuelta de vacaciones, pues la convivencia sin horarios puede resultar perturbadora. Estamos más acomodados con ese ‘vivir juntos pero separados’ que impone nuestro acelerado ritmo de vida. Los anglosajones utilizan una expresión que describe el fenómeno (admite distintos grados), e incluso se identifica por sus siglas: ‘Living apart together’ (LAT). Yo prefiero creer que las vacaciones son una oportunidad para revitalizar también los afectos, y la voluntad de aprovecharla es un buen comienzo.

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