Por
  • Julio José Ordovás

Orgullo periférico

Qué debes saber antes de instalar tu piscina en casa
Orgullo periférico
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En el extrarradio, como en la Nueva York de Juan Ramón, la luna es un anuncio de la luna. Las niñas no quieren ser Leonores, quieren ser Rosalías, y los niños sueñan con conducir un Toyota Supra a ritmo de ‘trap’ o de reguetón mientras se beben unas latas de Monster y se pasan un porro en un banco del parque. 

"Sòc un choni, un ignorant, / un xarnego de periferia", canta Alizzz en ‘Que pasa nen’, una canción divertida y combativa que es un alegato contra el elitismo intelectual y el ‘hipsterismo’ cuqui y tontorrón y una reivindicación de orgullo periférico.

Estoy tomándome una cerveza en una terraza de lo que un amigo llama la Milla de Oro de Miralbueno. No es en el centro de las ciudades, contra lo que se suele pensar, donde pasan las cosas. El relato periférico no tiene complejos, es un relato mestizo y descarado, de ahí su fuerza transgresora. Los límites de una ciudad son mentales. El Baix Llobregat y San Blas-Canillejas son la ‘banlieue’ de París con más sol, menos violencia y menos aburrimiento.

En uno de los cuentos, el más emotivo, de ‘El padre de tus hijos’, Daniel Gascón habla de la piscina de Miralbueno, a la que durante un tiempo acudía regularmente con Félix Romeo, que amaba las piscinas, y en especial esa. Hay algo en lo que Gascón se parece a Conget y a Pisón. Y es que los tres, aunque no vivan en Zaragoza, no dejan de escribir sobre Zaragoza. Por un momento me planteo la posibilidad de ir a la piscina de Miralbueno y terminar allí esta crónica de extrarradio, pero no me gusta el agua clorada tanto como a Félix y, además, no llevo bañador. Así que, con vuestro permiso, voy a pedir otra cerveza. ¡Salud!

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