Por
  • Eva Pérez Sorribes

Ciudades

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Pixabay

Las ciudades nacen, crecen, se desarrollan y pueden morir, incluso de éxito. Son como los seres vivos que las habitan. Como el texto y el contexto, la persona hace el espacio, pero mucho más el espacio condiciona su vida, facilitándola o lo contrario. Pero nada pasa porque sí.

No es lo mismo tener servicios públicos esenciales a 15 minutos o invertir dos horas de tu día en llegar a trabajar, una en bus para llegar al colegio y media para hacer fila en el ambulatorio. No es lo mismo que el mercado y sus precios te expulsen al extrarradio, que disfrutar de una vivienda digna en el casco urbano. No es lo mismo comprar la fruta en la verdulería del barrio que echar al carro del híper la bandeja plastificada. Y todo es fruto de decisiones políticas y económicas que, aunque no lo parezca, van mucho más allá de las que solo pueden parecer personales. "La intimidad, el espacio privado individual –lo cuenta Jorge Dioni en ‘El malestar de las ciudades’– se reduce al mismo ritmo que el espacio colectivo, la ciudad". De la plaza para jugar pasamos al centro comercial para consumir, de la calle como espacio de convivencia a las urbanizaciones con código de acceso. Del "ecosistema al egosistema" resume Dioni. Y una no puede evitar conectar todo con lo que ocurrirá este sábado. En apenas 48 horas se constituirán los ayuntamientos de España. 4.321 concejales tomarán posesión en Aragón. Los habrá de urbanismo, de comercio, de economía o de servicios públicos y cultura, y todos tendrán su parcela de decisión y gestión. La política sigue siendo el instrumento para que las ciudades crezcan, se desarrollen y no mueran ni de éxito. Y con ellas, todos los que las habitamos.

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