Por
  • Eva Pérez Sorribes

Mayoría de edad

Imagen de dos jóvenes votando en las elecciones generales del 20 de diciembre.
Imagen de dos jóvenes votando.
Aranzazu Navarro

Ada e Izarbe votarán este 28 de mayo por primera vez. Sus madres simultanearon embarazos como ellas compartirán, con los 23.263 aragoneses de su edad, su estreno en la urnas. Las dos piden leer programas y escuchar mítines como las anteriores leían entonces manuales de gestación. 

Pero ni hay instrucciones para decidir mejor el voto ni para acertar en la educación de los hijos. Lo que sobran son tantos cantos de sirena. Con promesas para avalar las hipotecas y descuentos en el interrail ha empezado esta campaña. Pero ahora mismo, con el 30% de paro juvenil, muchos no están ni para comprarse casas ni para emprender viajes. Y les viene justo para estudiar, trabajar en precario y salir el fin de semana repartiendo la paga del mes. Se denuncia la desafección política de los jóvenes, como si fueran un bloque compacto y uniforme, pero nadie entona el mea culpa por acordarse de ellos solo cuando llegan elecciones.

Pensionistas para el Imserso y jóvenes a recorrer Europa en tren. Y sin embargo tienen opinión, creencias, y tremendos desafíos. El primero, adaptarse a un mundo viejo cuando el nuevo todavía está por nacer, vivir y no sólo sobrevivir, y entender lo que pasa en medio de una confusión terrible y un ruido tremendo. No es poca cosa. Y no hay ChatGPT que les diga cómo ni de qué manera. Y casi mejor. Bastaría con tenerlos en cuenta a partir del 29 de mayo. Invitar a participar significa antes escuchar, como votar es a la vez derecho y obligación. Para que Ada e Izarbe puedan mantener la ilusión y sigan leyendo los programas cuando lleguen a los 40, antes otros tendrán que cumplirlos. Están a tiempo.

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