Por
  • Julio José Ordovás

Gafas de sol

Enrique Bunbury no viene por ahora en concierto a Zaragoza.
Enrique Bunbury
JOSE GIRL

El futuro es brillante / me pondré mis gafas de sol", canta Bunbury en una de sus nuevas canciones, y no creo que haya mejor divisa que esa para salir a la calle cada día. Daniel Gascón la clavó en un tuit reciente en el que señalaba el parecido físico cada vez mayor entre el aragonés errante y el genio de Fuendetodos. A Bunbury, es verdad, se le ha goyesquizado la cara.

En el Pleistoceno o por ahí tuve una novieta muy fan de los Héroes y quizá por eso yo no lo fui, pero siempre he admirado a Bunbury: sus uñas pintadas, que son una declaración de principios, su estajanovismo, su camaleonismo a lo Bowie, su indestructible fe en la música popular y cómo ha sabido compaginar la buena educación de la burguesía zaragozana a la que pertenece y la insolencia rockera. Como Goya, Bunbury no ha flaqueado jamás, y eso es lo que, al margen de su enorme talento musical, le hace verdaderamente grande.

Fantaseo con la idea de que algún día se monte una exposición, a la manera de la que hay de Goya en la Lonja, sobre la Zaragoza que vivió Bunbury, cuando Enrique Ortiz de Landázuri estudiaba en los Marianistas, cuando se compró con sus ahorros la primera guitarra, cuando empezó de dj, cuando montó sus primeras bandas hasta llegar a los Héroes. La Zaragoza de los setenta, de los ochenta y de los noventa, una ciudad en la que había mucha caspa pero también mucho moderneo y mucha diversión. La Zaragoza de la sala En Bruto y de La Estación del Silencio, una ciudad tóxica, eléctrica y estimulante sobre todo de noche, cuando las chicas y los chicos malos de las buenas familias se dejaban llevar por el espíritu del vino y por otros espíritus

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión