Por
  • José Alegre Aragüés

Escribir historias, vender libros

Feria del Libro 2023.
Feria del Libro 2023.
Francisco Jiménez

El Día del Libro este año fue un éxito por la afluencia de lectores y por las ventas. Parece que el verano, adelantado, nos ha empujado a la calle con más decisión que estos años pasados y que la salud, recuperada de los sustos propios o en cabeza ajena, nos ha animado y vuelto más desprendidos o más interesados en la lectura. 

Pero me ha parecido que los escribidores de historias no tienen ese mismo optimismo sobre la vida. Y diría que su visión del mundo está corriendo en la misma dirección que algunos otros sectores del arte actual, en una pendiente de tristeza, más bien desesperanza, porque no terminan de ver un sentido que dé motivo para la alegría.

La gran Historia del ser humano la ha escrito mucha gente en infinidad de historias contadas por otra mucha más gente que volcaron la vida en palabras. Su afán no fue tanto contar lo que pasaba sino descubrir, en lo que pasaba, el drama de la existencia y la condición del ser humano que se pregunta, siempre, en qué consiste esto de tener que vivir y hacia dónde conduce este trayecto que recorremos sin terminar de ver con claridad la respuesta.

La inmensa mayoría de los escribidores apuntaron siempre horizontes. Hicieron de la escritura una escuela amena y profunda de la vida. Utilizaron sus habilidades de cuentacuentos o cuentahistorias para estimular y preparar al personal de cara a una aventura muy seria en la que decidimos lo que somos: Humanos libres que se hacen personas y colaboran en la tarea común de humanizar la Historia, o humanos insignificantes en el conjunto del cosmos cuya aportación equivale a nada y, por lo tanto, no merece la pena esforzarse, mejor disfrutar del presente.

En esta apreciación, la denominada feria del libro se acerca más a la terminología de mercado donde lo que importa son las ventas y los beneficios, no los que hace sino los que obtiene. Me gustaría sentir que los escribidores de hoy, aunque tienen que comer y vivir como todos los que andamos gastando energía, tuvieran esa ‘vocación’, que seducía a tantos antepasados y presentes, por ser escuela amena de la vida por medio de historias que muestran la gran verdad de la Historia. Su sentido, su orientación, su finalidad, que no fin.

Hoy, tanto la ciencia como el arte, la política, la enseñanza, y la literatura, que han renunciado a hablar de sentido por no poder demostrarlo, niegan, sin saberlo, la posibilidad de su existencia y esa negación deja a los lectores en una sensación de absurdo e insensatez a la que los sofistas de todos los tiempo estaban abonados con su pesimismo radical.

Las culturas que no alimentaron la esperanza, a pesar de las dificultades que siempre hay, desaparecieron, porque su problema fue no animar a sus oyentes, lectores o espectadores. El fútbol, tan denostado por ambientes cultos, arrastra con pasión a muchos porque, igual que la buena literatura, habla de la vida con ilusión de ganar el partido. Y el partido no es fácil, reúne muchas dificultades, pero sin esperanza no habrá ganas de luchar.

En la Historia de la vida, muchos han dado mucho por nosotros. Por ellos, hoy, vivimos mejor y somos un poco más sensibles. Sus historias no fueron insulsas. Sigue mereciendo la pena que las contemos y que haya escribidores que las vuelquen en palabras bonitas y narraciones bien construidas. No solo se comprarán, se leerán y se comentarán y educarán en esperanza y sentido.

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