El éxito
El éxito
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Dejo el coche en el taller. Camino por el polígono y recorro una calle en la que hay locales de ensayo, una escuela de boxeo, recambios para el automóvil y una Iglesia Cristiana Redimida de Dios. 

En la avenida Cataluña me espera alguna sorpresa arquitectónica y un supermercado que está de liquidación total. Compro dos berlinas y un café frío. Cruzo el Puente de Piedra, me asomo al pozo de San Lázaro. Entro al Pilar. Pido inspiración a la Virgen. Me dice que espabile. Es jueves, voy en chándal. En la calle Mayor encuentro un libro de Umbral que no tengo y las coplas de Manrique en la edición de Austral. En el Tedi, rebuscando entre las cajas, encuentro un batmóvil de Hotwheels que me falta. Voy a Flamingos a ver ropa americana de segunda mano. Está cerrado, pero no importa. Tengo el don de crear mirando. Paso por delante del Crápula y veo que en el árbol maravilloso de la estrechísima calle san Lorenzo se han posado dos bolsas de plástico y están, quizá, empezando un ritual de cortejo. Un cartel dice ‘dejen paso’.

En el Coso veo a una señora que lleva la compra y abre una puerta. Me meto en su portal porque he visto un patio interior empedrado que podría ser Málaga, Niza o Querétaro. El éxito es ir a buscar a tu hija al colegio. Ya cerca de casa, veo que se abre una puerta como la de un castillo. Pregunto si sigue ahí Urbizu. Me dicen que sí. Hablo con él de Siles, Vilas, Antón, Irene, d’Ors, Colinas, Villena y Tejedor. Son las doce. Voy en chándal. Creo en la belleza.

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