Por
  • Alejandro E. Orús

Sobre ganar y perder

China Russia
Sobre ganar y perder
Yue Yuewei

El balance de la realidad se simplifica a menudo en una dicotomía falaz: ganadores y perdedores, como si el mundo y sus vicisitudes se pudieran explicar con la lógica de un partido de fútbol. Y eso sin contar con los empates. 

Más allá del previsto resultado de la votación, los análisis de la reciente moción de censura de Vox insistieron en esta recurrente dualidad para colocar a Sánchez y su Gobierno en el bando victorioso y al partido de Abascal, con Tamames de por medio, entre los derrotados, aunque estas sean conclusiones más bien vaporosas y de muy escasa trascendencia electoral. En una democracia son las urnas las que dilucidan, con la solidez de los números, quién gana y quién pierde. Y aunque en los juegos del tiempo y la política haya episodios paradójicos en los que se puede ganar perdiendo o perder ganando, nada de eso llegó a ocurrir en este grotesco lance.

Ganadores y perdedores pueden hallar en el relativismo una necesaria moderación a sus victorias y derrotas, raramente absolutas, especialmente si se someten a la perspectiva temporal. Esta es una idea fundamental en el taoísmo, que impregna la cultura china y mide la realidad en el flujo constante entre el yin y el yang. En ese contexto ha de entenderse el papel del poderoso Xi Jinping respecto al conflicto de Ucrania, que es hoy el asunto más importante y complejo –por sus intereses y por sus estrategias– en el que se trata de determinar quién gana y quién pierde.

El presidente de China, que acaba de señalar graciosamente a Sánchez como primer interlocutor occidental tras su visita a Putin, busca salir de esta guerra como su gran triunfador. Y lo hace con un activo protagonismo inusitado en la tradición de la política exterior china, en una apuesta decidida por el ejercicio del poder blando que sacude las concepciones más clásicas sobre ganar y perder.

No solo es que la esencia de una victoria contenga, hasta cierto punto, algunas derrotas, y viceversa, es que todos llevamos dentro un ganador y un perdedor que se suceden constantemente. Asumir con naturalidad esa cambiante mezcla supone comprender un poco mejor la realidad. Y lo sustancial queda al margen de esa dualidad inestable: reside en saber identificar las batallas que importan.

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