Por
  • Alejandro E. Orús

El zar frustrado

Russian President Vladimir Putin delivers his annual address to the Federal Assembly in Moscow, Russia February 21, 2023. Sputnik/Dmitry Astakhov/Kremlin via REUTERS ATTENTION EDITORS - THIS IMAGE WAS PROVIDED BY A THIRD PARTY. UKRAINE-CRISIS/NUCLEAR-PUTIN
El zar frustrado
SPUTNIK

El aniversario de una guerra como la de Ucrania –muchos ucranianos prefieren que se le llame invasión– sirve para recolocarla en primer plano –como también quieren los ucranianos¬– y es una ocasión para reafirmar, precisamente por la constatación del tiempo transcurrido, nuestra perplejidad. 

Hemos asumido la anomalía que supone una guerra con carros de combate y fosas comunes en la Europa del siglo XXI, como si el tiempo se hubiera parado en la parte más oscura del siglo pasado, pero no es tan fácil acostumbrarnos a ella durante meses y meses. Es la normalidad adquirida lo que provoca este íntimo desconcierto.

Escuchando el discurso inflamado de Putin, que parece igualmente sacado de otros tiempos, se puede entender en parte esta guerra. "No hay ninguna novedad, todo se repite", dijo esta semana ante la Asamblea Federal rusa en medio de sus acusaciones a Occidente. Ahí, en el reconocimiento de la naturaleza cíclica de la Historia, se oculta también su nostalgia de zar frustrado. La invasión se explica en una clásica ambición imperialista cuya raíz es el reforzamiento identitario de Rusia pero Putin alude, en realidad, a una guerra cultural. La degradación occidental es uno de los ejes de su discurso y, aunque este argumento podría ser objeto de debate en otro contexto, en su caso no es más que la prueba de un malicioso cinismo.

No puede negarse, pese a ello, que hay una lógica que sustenta el discurso de Putin. Uno de los pensadores más exitosos del momento, el surcoreano Byung-Chul Han, afirma que el presidente ruso es uno de los políticos que más filosofía ha leído y llega a decir que la guerra "se puede entender como un problema filosófico". Tal vez ese planteamiento sea exagerado, o al menos marginal, teniendo en cuenta que el pasado miércoles Putin concluyó su discurso en un tono más bien religioso: "Con nosotros está la verdad", proclamó ante sus entusiastas diputados, que siempre tienen presente la amenaza de la defenestración. Nicolás Berdiaeff, un importante filósofo nacido en Kiev cuando pertenecía al imperio ruso, dijo aquello que la única verdad absoluta es que no hay verdad absoluta. Eso demuestra que Putin aún debería leer mucha más filosofía.

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