Me lo debes

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz y el vicepresidente, Pablo Iglesias, con representantes del sector agrario
Me lo debes
Efe

Una de las peores sensaciones son las deudas inesperadas y exigidas. ‘Me lo debes’. Uno piensa que ha llegado a cierto lugar por talento o capacidad, pero a veces la designación también puede llegar por una proyección a futuro que mejora si acarrea una cuenta pendiente con algunos que se saben heridos. 

Es la triste historia de Yolanda Díaz, colocada a dedo por Pablo Iglesias en 2021 como candidata de Podemos a las elecciones generales; emancipada de las intenciones del exvicepresidente a través de Sumar. Supongo que en cierto momento Díaz se olió la tostada de los mecanismos de este residual Podemos, entregado ya a la colocación de afines al fundador, endeudados con aquel que se iba a hacer a un lado.

Podemos como SEPE de una izquierda personalista y personalizada, abarrotada de diputados y diputadas endeudados y acríticos con Iglesias. Una solución inmiscible con una Yolanda Díaz capaz de entender la política como un servicio público; ya lo dijo en una reciente entrevista: nunca se ha peleado por entrar en lista electoral. Esa actitud manifiesta todo lo contrario de lo que empieza a parecer Podemos, cada vez más lejos de aquellos ideales ilusionantes con ese punto naíf que se hizo tierno en la horizontalidad pero que ha resultado destructivo para todo lo demás.

Iglesias, que sabía lo que tenía (lo que quedaba) en su grupo parlamentario, digitó hacia Yolanda Díaz intuyendo que ante ese panorama y sin pertenecer al partido, ella iba a huir hacia otras aventuras ideológicamente afines pero alejadas del organigrama chiquipark. Así fue. Y ahora él, que se había hecho a un lado, pelea por la deuda que su dedo índice adquirió con Díaz cuando la designó para que sus más cercanos sobrevivieran. Podemos quiere seguir electoralmente vivo no por su talento sino por sus chantajes, reduciendo el vendaval Yolanda a haberla integrado en el Gobierno. Una estrategia que Sumar está forzando visibilizar para desgracia de aquellos que confiaron en aquella nueva política que, en realidad, solo representó Podemos. Con esa rémora de intereses políticos (y salariales), la mayor esperanza de la izquierda del PSOE es que el espectáculo no empañe la imagen de Díaz, inocente de unos compañeros de viaje que fueron necesarios y que, desde hace tiempo, me temo que solo son una molestia.

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