Una guinda amarga

El candidato de la moción de censura, profesor y economista Ramón Tamames (i) y el líder de VOX, Santiago Abascal (d), durante la segunda sesión de la moción de censura
Ramón Tamames y Santiago Abascal
Eduardo Parra - Europa Press

En la biografía de Ramón Tamames, con los méritos políticos, académicos y literarios que tenga, estos dos días de moción de censura quedarán como una guinda más amarga que dulce. 

Para la historia, o historieta, política de nuestro país, serán una más de las muchas y poco airosas anécdotas que han salpicado esta áspera y tortuosa legislatura. Quizás los estrategas de Vox estudiaran en la misma escuela que los de Putin, pues unos y otros han pergeñado ‘operaciones especiales’ destinadas desde su origen al fracaso más estrepitoso. Va de suyo que los de Abascal no contaban con derribar el Gobierno de Sánchez, pero sí aspiraban a levantar sus decaídas expectativas electorales, y en ese terreno poco o nada ha debido de aportarles su segunda moción de censura. 

Forzar por dos veces este instrumento parlamentario en menos de tres años en busca de protagonismo transmite más sensación de impotencia que de fortaleza. Abascal quería presentar a Vox como la ‘verdadera oposición’, el único ariete parlamentario contra un gobierno atrabiliario, ante un Partido Popular al que reprocha una excesiva moderación. Pero hacerlo recurriendo a un candidato ajeno ya a la política y traído por los pelos, en lugar de al líder del partido, suponía un serio riesgo de caer en la confusión y el ridículo, que es lo que ha ocurrido. Por lo demás, el PP, al que esta vez favorecía la ausencia de Núñez Feijóo en el Congreso, no se ha dejado embolicar en una batalla que no tenía por qué ser la suya. Lo que sí ha conseguido Abascal es darle a Pedro Sánchez una ocasión más para su descarado autobombo. Por si tenía pocas.

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