Por
  • José Juan Lanuza

Canal Roya

Canal Roya
Canal Roya
Heraldo

El filósofo australiano Roman Krznaric publicó el año pasado ‘El buen antepasado. Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista’. En él plantea una premisa: somos antepasados. Antepasados de las generaciones futuras.

El mundo que vivimos y los frutos que nos da son el resultado de decisiones, acertadas o no, que tomaron nuestros antepasados. La construcción del Canal Imperial de Aragón, el plan Actur en Zaragoza, la declaración del Parque Nacional de Ordesa, la expulsión de los moriscos… todas, decisiones que en su momento tuvieron consecuencias en los habitantes de sus territorios, y que años después influyen en la vida de personas muy alejadas en el tiempo de aquellas.

En nuestra sociedad todas las personas tenemos responsabilidades. Unas nos vienen dadas por las circunstancias, y otra gran mayoría las asumimos voluntariamente. Quienes deciden dedicarse a la política profesional asumen especiales responsabilidades. Deben gestionar el presente y el futuro económico, político y social de los habitantes de un territorio. No es tarea fácil. Pero es su trabajo.

La decisión de unir las estaciones de Astún y Formigal por Canal Roya, en mi opinión, está muy lejos de una buena gestión del presente y el futuro del territorio y de sus habitantes, y más lejos todavía del buen antepasado que nos plantea Krznaric.

El señor Lambán nos habla de cuidar el paisaje pero también a "su paisanaje". Los territorios de Alto Gállego y Jacetania hace una década que mantienen su población o la aumentan (no, por desgracia, otras comarcas de Aragón) y puede que, en parte, sea por la presencia en invierno de las estaciones de esquí. Por ello, la tarea ahora en estos territorios es dignificar el empleo de sus habitantes (desestacionarlo, hacerlo fijo, remunerarlo), diversificarlo, mejorar sus vías de comunicación, sus servicios sanitarios, fomentar nuevos nichos de empleo, no dar la espalda a la agricultura y la ganadería extensiva…

Nuestros gestores políticos deben afrontar el evidente reto del mantenimiento
de la población en las comarcas de montaña y la mejora de sus condiciones de vida

Considero un despropósito el proyecto de Canal Roya, pero no estoy en contra del sector del esquí. Es un sector económico más en estas comarcas pero que hay que delimitar, y ser conscientes de nuestra realidad geográfica (estamos en la vertiente sur de una cadena montañosa de 3.000 metros de altitud) y climática (vivimos un proceso de aumento de la temperatura que lo único que ha hecho el llamado ‘cambio climático’ ha sido acelerarlo). Por ello, lo que deben hacer nuestros gestores políticos es prever en Jacetania y Alto Gállego qué hacemos con el sector de la nieve que hasta ahora nos ha dado buenos resultados y a medio-largo plazo se nos volverá en contra. Sobre todo porque se sostiene por los fondos públicos: los de Aramón con constantes ampliaciones de capital (en Cataluña con seis de sus estaciones propiedad de Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya) o en Candanchú, que no cerró gracias a las ayudas públicas.

Todos los responsables que hay detrás de este proyecto hablan de un impacto mínimo en Canal Roya. Aquí no hace falta extenderse: 37 enormes pilonas a lo largo de 4,7 kilómetros para sujetar cabinas con capacidad para 10 personas, carretera que habrá que dejar definitiva para el mantenimiento de la instalación, estaciones…

El informe del proyecto tiene la desfachatez de asegurar que bajarán las emisiones de CO2 porque se podrá ir de Astún a Formigal sin recorrer los 80 kilómetros que separan las dos estaciones. ¿Pero hoy alguna persona en Astún coge su coche para deslizarse por Formigal, y viceversa? Sin embargo, la ampliación propuesta significaría un aumento del 9% del número de esquiadores: un aumento del 9% de las emisiones de CO2.

¿A quién beneficia este proyecto hoy? ¿A quién beneficiará mañana? A estas preguntas deben responder nuestros gestores políticos. Y después mostrar la competencia y la valentía que les exige el cargo, para afrontar con ingenio, con estudios, con alternativas el evidente reto del mantenimiento de la población en las comarcas de montaña (y en todas las comarcas rurales de Aragón), la mejora de sus condiciones de vida y las de sus descendientes.

Quienes podemos actuar sobre el futuro somos quienes vivimos el presente. Debemos ser unos buenos antepasados. Como lo fueron los que nos dejaron estos pueblos, estos valles y estas montañas.

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