La pandemia, motor social

Oficina del INSS en Zaragoza.
Oficina del INSS en Zaragoza.
José Miguel Marco

Llevábamos un tiempo diciendo que el ascensor social –o sea el cambio de manos por las que pasa el dinero– se había ralentizado, e incluso parado. Pero llegó la pandemia y lo trastocó todo. Benefició a unos y perjudicó a otros. 

Como en todas las revoluciones y las guerras. No sólo fueron las empresas las que lo notaron. Algunas desaparecieron. Otras fueron ‘maltirando’. Los trabajadores fueron dejando de ser indispensables. La inteligencia artificial los sustituía. Desde el Gobierno les daban caramelos en forma de ERTE, subvenciones y hasta puentes larguísimos, con la novedad de los puentes artificiales, es decir, aquellos que añadían un día festivo si el anterior había coincidido con una fiesta oficial. Así se aminoraban las molestas consecuencias –aparte de las más importantes, las sanitarias– que afectaban a la sociedad.

Porque la nueva era no fue sólo su terrible furor epidemiológico, sino todas las profundas transformaciones de la sociedad. Algunas, como muchas aplicaciones digitales han sido todo un feliz hito. Pero otras aprovecharon el impulso de la pandemia para poner ciertas cosas patas arriba, cuando funcionaban razonablemente bien. Hace algunos días, desde una asociación de usuarios mayores se ha dado un repaso al sistema bancario español que, salvo excepciones, daba la espalda a las personas de edad, dificultándoles el acceso a unos servicios esenciales. Con la falsa suposición de que no tendrían problemas de conocimientos –que no se pueden subsanar con unas clases que a menudo partirían del catón tecnológico–, ni de facultades físicas ni mentales, se les privaba del acceso humano para ellos y para toda la sociedad.

Alguna tímida reacción ha habido para volver al sistema prepandémico, que llevaba funcionando con normalidad durante décadas. Pero parece que la consigna nunca puede ser volver a lo anterior, aunque ya haya pasado la pandemia. Y parece que la nueva normalidad incluye la sustitución del coche-combustible por el eléctrico, antes de que apenas hayan llegado las nuevas infraestructuras para éste último. O la permanencia del funcionamiento de emergencia sanitaria de la pandemia. Nada se habla de volver a la situación pre-pandémica. Por eso se decía que la nueva normalidad había venido para quedarse.

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