Por
  • Ana Alcolea

Magos

Magos
Magos
Pixabay

Pasan tantas cosas en este mundo nuestro que se hace difícil escribir una carta a los hombres sabios de Oriente. 

Son tres, pero podían haber sido cuatro, porque cuatro son los puntos cardinales, y así cada uno podría haber venido de uno y otro confín del mundo. También podían haber sido siete porque siete días tiene la semana a expensas de las cuatro fases lunares. Tres es número impar, primo, triangular, polígono perfecto salvo cuando se da en circunstancias amorosas, que entonces no tiene tan buena fama. Podría pedir tres deseos a los tres hombres sabios, como si fueran el genio de la lámpara de Aladino, que también venía de Oriente. Podría pedir que mejorara el convenio de las trabajadoras de la limpieza. Podría pedir que se acabara esa guerra que tenemos a las puertas y que mata cada día con su gélida guadaña oxidada. Podría pedir incluso que los libros, alimentos del pensamiento, se consideraran objetos de primera necesidad y se quedaran sin IVA como el mango y la papaya de las boutiques de gourmet. Pero sé que los tres hombres sabios no tienen más poder sobre la tierra del que tienen las palabras de quien suscribe. Su poder habita en los recónditos rincones de la imaginación de los niños. También en la de los adultos, que conservamos escondida una parte de aquella inocencia que una vez tuvimos. Imaginamos. Deseamos. No nos cuesta nada. No tenemos que mover ni siquiera un dedo para ello. Los deseos ni siquiera son palabras. Son aire y en el aire se quedan.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión